Capítulo 13
-¡Tainina mira! –desde la ventana de la habitación de la posada Daka podía
ver como un grupo de hombres se llevaba prisionero a Barrok, Nomed y Celden.
-¡Hombres, no se los puede dejar solos! –exclamó con ironía la joven al ver
lo mismo que la niña.
-¿Qué vamos a hacer?
-Tú quedarte aquí.
Tainina tomó su espada, una capa y salió de la habitación, apresuradamente
bajó las escaleras. Se colocó la capucha para pasar desapercibida. Una vez en
la calle, a la distancia, siguió al grupo de personas que se llevaba a sus
amigos. Luego de minutos de caminata vio como todos ingresaban a un edificio
enorme alejado del poblado.
* * *
-Bueno, bueno, bueno ¿Qué tenemos aquí? –amenazó Ienochi caminando frente a
sus prisioneros -¿Guerreros? ¿Mercenarios? ¿Simples visitantes? –preguntó
retóricamente -. Pero como sea atacaron a mis hombres y eso se paga.
-Tus hombres son unos abusadores –respondió Barrok inexpresivo como
siempre.
Uno de los hombres se adelantó y lo golpeó en el estómago, pero el general
apenas se movió.
-Esperó que tengas algo mejor –se burló Barrok.
-Te explicaré lo que sucede –Ienochi tomó la palabra -.Aquí nosotros somos
la ley.
El general no respondió pero se mantuvo inmutable sin quitar la vista de su
interlocutor.
-¿Señor quiere que los matemos? será divertido –intervino un Ienou.
-No, tengo una mejor idea.
El líder hizo una leve seña a unos de sus hombres, que se encontraba a las
espaldas de los prisioneros, y éste los golpeó a los tres en la nuca dejándolos
inconscientes.
* *
*
Cuando despertaron se encontraron atados de pies y manos, los tres estaban
doloridos en distintas partes del cuerpo y sobre todo en el cuello.
-¿Están bien? –preguntó el general.
-Sí, bien. Es una forma de decir –respondió Nomed.
-Me duelen… las manos –se quejó Celden.
-No te preocupes, no estaremos mucho tiempo aquí –dijo Barrok -.No es la
primera vez que estoy así en esta maldita isla.
-Sí, pero la última vez te liberamos los mismos que estamos aquí –explicó
el joven de los ojos cerrados.
-Sí, eso es un problema.
Pasó una larga hora hasta que uno de los prisioneros volvió a hablar.
-Quizás… –comenzó a decir Nomed pero luego se interrumpió.
-¿Qué? -preguntó Barrok.
-Nada, pensé en algo para liberarnos pero es una locura lo más seguro es
que todos terminemos muertos, que ustedes mueran –aclaró.
-¿De qué hablas?
-Es difícil de explicar.
-No iré a ningún lugar.
Nomed dudó en explicarse.
-Sé que escondes algo, dime que es –exigió el general.
El joven tardó unos cuantos segundos en volver a hablar pero cuando comenzó
no se detuvo.
-¿Conoces “La grieta de Haljalen”?
Barrok sabía muy bien de que hablaba, se trataba precisamente de una grieta
de más de tres kilómetros de distancia ubicada en la parte noreste del
continente donde no llega la jurisdicción de ninguno de los reinos. Desde allí
salen todo tipo de criaturas oscuras: Orcos, Ogros, trasgos, goblins y demás
seres. Se dice que son creadas en el mismo inframundo y por el dios de la
muerte Haljalen. Algunos aseguran que lo hace para desafiar a los hombres,
otros dicen que busca la conquista de los reinos, pero la mayoría asegura que
solo lo hace por enferma diversión. Hace tiempo los reinos intentaron terminar
con este mal, pero ninguno de los soldados enviados regresó con vida, por ello
no se volvió a intentar otro ataque y cada reino se preocupó de mantener a su
propia gente segura.
-De ese sitio salió un terrible demonio, uno que ninguno de los reinos
había visto alguna vez –continuó el Nomed -.Todos cuanto lo enfrentaron murieron.
Es por ello que me pidieron a mí. Luego de medir mis fuerzas con él me di cuenta
de que también moriría. Solo me quedaba una posibilidad.
-¿Cuál? –inquirió el general.
-Encerrarlo, encerrarlo en mi cuerpo. Nos soy un mago, pero tengo cierta
afinidad con la magia y los elementos, es por ello que conocía un encantamiento
que me serviría para detener la amenaza. Y funcionó, aunque no de la mera que
esperaba.
-¿De qué hablas?
-Al poco tiempo descubrí que el demonio Otigashi estaba dentro de mi como
esperaba, pero cuando perdía el control él se apodera de mi cuerpo, me trasformó
en él. Y cuando eso sucede me vuelvo el peor demonio de Anilorar. Varias veces
pensé en quitarme la vida para acabar con el mal. Pero nada me aseguraba que
muerto el ser no se apoderara de mí. Es por ello que busqué otros medios.
Descubrí la meditación en un templo de monjes. Entendí que mientras tenga mis
ojos cerrados mi calma es mayor, eso no quiere decir que si los abro Otigashi
se apoderara de mí, pero si me ayuda a mantener un mayor autocontrol.
-¿Cómo haces para ver con los ojos cerrados?
-Aparentemente al unir mi cuerpo con el demonio mis poderes mágicos
aumentaron, gracias a esto no necesito los ojos para ver.
-Es por eso que podías sentir la magia en el ambiente.
-Sí, así es.
-Y ¿cuándo te arrestaron?
-Bueno eso no es tan simple. En realidad yo mismo me entregué a Melgir. A pesar
de que logré controlar a la bestia varias veces perdí el control. No quería
lastimar a nadie más. Por ello me entregué.
-Pero en esas condiciones podrías haber perdido el control.
-Sí, era mi mayor miedo pero afortunadamente no sucedió. Logré controlarme
durante cincuenta años.
-¡¡¡¿Cincuenta años en Melgir? Un momento ¿cuántos años tienes?!!!
-No estoy seguro pero creo que unos trescientos cuarenta.
-¿Cómo es posible?
-Bueno supongo que es por tener dentro un demonio milenario que me dio una perspectiva
de vida mayor a cualquier otro humano.
-¡Increíble!
-Esto me lleva a revelarte algo más Barrok. El misterioso viaje en barco
fue para deshacerme de mí, eso es lo que había planeado el alcaide. Ustedes
solo serían conejillas de indias. Creo que él sabía que seriamos atacados,
pensó que perdería el control y que yo mataría a todos y posiblemente moriría
junto al mago. Jamás se atrevió a ejecutarme por miedo a que el demonio tomara
posesión, aunque tampoco deseaba que siguiera en la prisión porque podía
suceder lo mismo. Bueno al menos eso es lo que pienso.
-Entiendo –el general no mostró emoción alguna pero por dentro ardía de
furia. El alcaide lo había planeado bien, había sido muy meticuloso y todos
habían caído en el engaño.
-Mi idea había sido liberar al monstruo, pero eso de seguro les costaría la
vida a ustedes.
-De todas maneras parece que vamos a morir. Quizás no sea tan mala idea.
-Pero Barrok…
-Al menos así tenemos una posibilidad de sobrevivir aunque sea mínima –lo
interrumpió.
El joven permaneció en silencio, pero finalmente se había decidido, lo que
decía su amigo era cierto, por ello muy a su pesar estaba dispuesto a liberar a
Otigashi. Pero fue en ese mismo instante que Ienochi ingreso.
-Bueno –exclamó presionando sus nudillos -.Es hora de hacer espacio en la
prisión.