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domingo, 29 de junio de 2014


Capítulo 13

 

-¡Tainina mira! –desde la ventana de la habitación de la posada Daka podía ver como un grupo de hombres se llevaba prisionero a Barrok, Nomed y Celden.

-¡Hombres, no se los puede dejar solos! –exclamó con ironía la joven al ver lo mismo que la niña.

-¿Qué vamos a hacer?

-Tú quedarte aquí.

Tainina tomó su espada, una capa y salió de la habitación, apresuradamente bajó las escaleras. Se colocó la capucha para pasar desapercibida. Una vez en la calle, a la distancia, siguió al grupo de personas que se llevaba a sus amigos. Luego de minutos de caminata vio como todos ingresaban a un edificio enorme alejado del poblado.

 

*  *  *

 

-Bueno, bueno, bueno ¿Qué tenemos aquí? –amenazó Ienochi caminando frente a sus prisioneros -¿Guerreros? ¿Mercenarios? ¿Simples visitantes? –preguntó retóricamente -. Pero como sea atacaron a mis hombres y eso se paga.

-Tus hombres son unos abusadores –respondió Barrok inexpresivo como siempre.

Uno de los hombres se adelantó y lo golpeó en el estómago, pero el general apenas se movió.

-Esperó que tengas algo mejor –se burló Barrok.

-Te explicaré lo que sucede –Ienochi tomó la palabra -.Aquí nosotros somos la ley.

El general no respondió pero se mantuvo inmutable sin quitar la vista de su interlocutor.

-¿Señor quiere que los matemos? será divertido –intervino un Ienou.

-No, tengo una mejor idea.

El líder hizo una leve seña a unos de sus hombres, que se encontraba a las espaldas de los prisioneros, y éste los golpeó a los tres en la nuca dejándolos inconscientes.

 

*  *  *

 

Cuando despertaron se encontraron atados de pies y manos, los tres estaban doloridos en distintas partes del cuerpo y sobre todo en el cuello.

-¿Están bien? –preguntó el general.

-Sí, bien. Es una forma de decir –respondió Nomed.

-Me duelen… las manos –se quejó Celden.

-No te preocupes, no estaremos mucho tiempo aquí –dijo Barrok -.No es la primera vez que estoy así en esta maldita isla.

-Sí, pero la última vez te liberamos los mismos que estamos aquí –explicó el joven de los ojos cerrados.

-Sí, eso es un problema.

Pasó una larga hora hasta que uno de los prisioneros volvió a hablar.

-Quizás… –comenzó a decir Nomed pero luego se interrumpió.

-¿Qué? -preguntó Barrok.

-Nada, pensé en algo para liberarnos pero es una locura lo más seguro es que todos terminemos muertos, que ustedes mueran –aclaró.

-¿De qué hablas?

-Es difícil de explicar.

-No iré a ningún lugar.

Nomed dudó en explicarse.

-Sé que escondes algo, dime que es –exigió el general.

El joven tardó unos cuantos segundos en volver a hablar pero cuando comenzó no se detuvo.

-¿Conoces “La grieta de Haljalen”?

Barrok sabía muy bien de que hablaba, se trataba precisamente de una grieta de más de tres kilómetros de distancia ubicada en la parte noreste del continente donde no llega la jurisdicción de ninguno de los reinos. Desde allí salen todo tipo de criaturas oscuras: Orcos, Ogros, trasgos, goblins y demás seres. Se dice que son creadas en el mismo inframundo y por el dios de la muerte Haljalen. Algunos aseguran que lo hace para desafiar a los hombres, otros dicen que busca la conquista de los reinos, pero la mayoría asegura que solo lo hace por enferma diversión. Hace tiempo los reinos intentaron terminar con este mal, pero ninguno de los soldados enviados regresó con vida, por ello no se volvió a intentar otro ataque y cada reino se preocupó de mantener a su propia gente segura.

-De ese sitio salió un terrible demonio, uno que ninguno de los reinos había visto alguna vez –continuó el Nomed -.Todos cuanto lo enfrentaron murieron. Es por ello que me pidieron a mí. Luego de medir mis fuerzas con él me di cuenta de que también moriría. Solo me quedaba una posibilidad.

-¿Cuál? –inquirió el general.

-Encerrarlo, encerrarlo en mi cuerpo. Nos soy un mago, pero tengo cierta afinidad con la magia y los elementos, es por ello que conocía un encantamiento que me serviría para detener la amenaza. Y funcionó, aunque no de la mera que esperaba.

-¿De qué hablas?

-Al poco tiempo descubrí que el demonio Otigashi estaba dentro de mi como esperaba, pero cuando perdía el control él se apodera de mi cuerpo, me trasformó en él. Y cuando eso sucede me vuelvo el peor demonio de Anilorar. Varias veces pensé en quitarme la vida para acabar con el mal. Pero nada me aseguraba que muerto el ser no se apoderara de mí. Es por ello que busqué otros medios. Descubrí la meditación en un templo de monjes. Entendí que mientras tenga mis ojos cerrados mi calma es mayor, eso no quiere decir que si los abro Otigashi se apoderara de mí, pero si me ayuda a mantener un mayor autocontrol.

-¿Cómo haces para ver con los ojos cerrados?

-Aparentemente al unir mi cuerpo con el demonio mis poderes mágicos aumentaron, gracias a esto no necesito los ojos para ver.

-Es por eso que podías sentir la magia en el ambiente.

-Sí, así es.

-Y ¿cuándo te arrestaron?

-Bueno eso no es tan simple. En realidad yo mismo me entregué a Melgir. A pesar de que logré controlar a la bestia varias veces perdí el control. No quería lastimar a nadie más. Por ello me entregué.

-Pero en esas condiciones podrías haber perdido el control.

-Sí, era mi mayor miedo pero afortunadamente no sucedió. Logré controlarme durante cincuenta años.

-¡¡¡¿Cincuenta años en Melgir? Un momento ¿cuántos años tienes?!!!

-No estoy seguro pero creo que unos trescientos cuarenta.

-¿Cómo es posible?

-Bueno supongo que es por tener dentro un demonio milenario que me dio una perspectiva de vida mayor a cualquier otro humano.

-¡Increíble!

-Esto me lleva a revelarte algo más Barrok. El misterioso viaje en barco fue para deshacerme de mí, eso es lo que había planeado el alcaide. Ustedes solo serían conejillas de indias. Creo que él sabía que seriamos atacados, pensó que perdería el control y que yo mataría a todos y posiblemente moriría junto al mago. Jamás se atrevió a ejecutarme por miedo a que el demonio tomara posesión, aunque tampoco deseaba que siguiera en la prisión porque podía suceder lo mismo. Bueno al menos eso es lo que pienso.

-Entiendo –el general no mostró emoción alguna pero por dentro ardía de furia. El alcaide lo había planeado bien, había sido muy meticuloso y todos habían caído en el engaño.

-Mi idea había sido liberar al monstruo, pero eso de seguro les costaría la vida a ustedes.

-De todas maneras parece que vamos a morir. Quizás no sea tan mala idea.

-Pero Barrok…

-Al menos así tenemos una posibilidad de sobrevivir aunque sea mínima –lo interrumpió.

El joven permaneció en silencio, pero finalmente se había decidido, lo que decía su amigo era cierto, por ello muy a su pesar estaba dispuesto a liberar a Otigashi. Pero fue en ese mismo instante que Ienochi ingreso.

-Bueno –exclamó presionando sus nudillos -.Es hora de hacer espacio en la prisión.

 

martes, 10 de junio de 2014


Capítulo 12

 

Los viajantes arribaron al poblado. Barrok sostenía en una de sus manos la bolsa de monedas que el clérigo Somar les regalara, calculó su peso y supo sin mirarla que casi no quedaba dinero y lo peor es que aún no tenía ideas de cuanto más debían andar hasta dar con el mago.

-Podríamos aprovechar que estamos aquí y dormir en una buena cama para variar –exclamó Tainina mirando hacia un lado y a otro las construcciones del pueblo.

-No hay dinero –respondió el general.

-En la bolsa suenan monedas.

-Las necesitamos para comprar víveres.

-Y Daka necesita descansar bien.

-Nadie le pidió que venga.

-Barrok eres un…

-Barrok, Tainina, quizás podamos llegar a un acuerdo –Nomed se puso en medio de los contrincantes -.Las monedas que tenemos alcanza para descansar hoy en una posada y ya que estamos en el pueblo quizás podamos conseguir hacer algún trabajo para recuperar el dinero.

El general soltó una especie de gruñido como siempre hacía cuando se fastidiaba y le arrojó las monedas a la joven, que las tomó con cierto aire de superado. Agarró la niña de la mano con delicadeza y fueron en búsqueda de un lugar para descansar. Tiberius sin dar explicaciones también se marchó pero en sentido contrario al de las mujeres.

-Eres demasiado blando –recriminó Barrok a su joven compañero.

-Confundes debilidad con diplomacia –sonrió transmitiendo como siempre una gran paz.

-Lo que tú digas.

Los dos guerreros seguidos por Celden arribaron hasta la plaza central donde vieron un gran amontonamiento de gente. Los tres se acercaron para ver de qué se trataba. Mientras Nomed se arrimaba pidiendo permiso con respeto, Barrok se abría paso a manotazos y quitando del medio a cuanto estorbó encontraba. Vieron un hombre parado en medio con el torso desnudo mostrando un cuerpo fibroso. A pocos metros de distancia había un objeto de más de un metro de altura tapado con una sábana, cuando la descubrieron se vio de que se trataba de una jaula y dentro había un trasgo.

Abrieron la compuerta y el pequeño ser se arrojó contra el hombre. A mano desnuda comenzaron una batalla. Hasta que al fin el hombre tomó a la criatura y le quebró el cuello.

El vencedor alzó a su víctima y lo mostró en señal de triunfo. Todos los presentes dieron alaridos de entusiasmo y exigieron por más.

Un nuevo desafiante se hizo presente en el improvisado cuadrilátero, al igual que el anterior enfrentó un trasgo y al igual que el anterior logró la victoria sobre su rival.

Un tercer hombre enfrentó a otra criatura similar pero en este caso, el resultado no fue igual a las anteriores. En esta ocasión fue el trasgo quien obtuvo la victoria y luego comenzó a devorarse a su víctima. Un hombre del publicó se acercó al ser, lo tomó del cuello y solo con sus manos le arrancó la cabeza.

El mismo sujeto, que llevaba un parche en el ojo derecho, llamó a los dos hombres victoriosos y los tres se marcharon juntos, mientras que el resto de la muchedumbre se dispersó poco a poco dejando allí los cadáveres.

-Qué manera tan cruel de tratar a estos seres –exclamó Nomed.

-¿Sientes pena por los trasgos? –preguntó su compañero sorprendido.

-Cuando son usados para diversión barata como esta, sí.

-Vamos se terminó la diversión –finalizó Barrok luego de unos segundos en silencio.

Por donde caminaban veían la misma imagen repetirse, hombres que llevaban atado a su brazo derecho distinto tipo de telas pero siempre de color azul. Los que no portaban este distintivo se hacían a un lado para no entorpecerles el paso. Todo ello llamaba la atención de los visitantes, esto y el hecho de que hasta el momento no se habían cruzado ni siquiera con un solo soldado.

-Tal parece que estos hombres son la autoridad del pueblo –exclamó por la bajo Nomed.

-Eso parece –gruñó Barrok mientras miraba como uno de esos hombres tomaba unas cuantas frutas de un mercader y se retiraba sin pagarle.

El guerrero sintió como la sangre le hervía de ira y sin darse cuenta llevó su mano hasta la espada, pero otra mano se depositó sobre la suya.

-En este caso creo que será mejor ignorar ciertos… asuntos desagradables –sugirió Nomed -.Estamos en desventaja numérica.

-No sería la primera vez. Pero voy a seguir tu consejo.

-Gracias a los dioses -se sintió aliviado de que por al menos una vez su amigo le hiciera caso -.Creo que nuestro plan de buscar algún trabajo vamos a tener que descartarla, lo mejor es irnos mañana por la mañana.

-Si lo que buscan es trabajo yo los puedo ayudar.

Los guerreros giraron y vieron al hombre que les había hablado. Era un comerciante que llevaba el cabello negro largo y ondulado, la barba desprolija y al sonreír mostró todos sus dientes amarillos.

Inmediatamente todos sintieron un gran desagrado hacia aquel sujeto. Sin embargo se acercaron para escuchar lo que tenía pare decirles.

-Habla –exigió Barrok.

-Las cosas no son tan simples hombretón –su voz era carrasposa -.En este lugar todo tiene su precio –jugueteó con unas monedas en sus manos para que entendieran el mensaje.

-No tenemos tiempo para esto –tomó al hombre del cuello de la camisa.

-Esto no te va ayudar –dijo el hombre sonriendo sin intimidarse.

-Barrok estás llamando la atención –exclamó Nomed intentando tranquilizar a su compañero.

El general gruñó como un animal, sacó la última moneda que le quedaba y se la entregó al comerciante.

-Es todo lo que me queda, ¡habla!

-En este lugar es fácil conseguir trabajo de mercenario solo tienes que elegir de que bando estas.

-¿A qué te refieres?

-Esta ciudad está gobernado por delincuentes por eso ningún soldado viene aquí. Pero hay dos facciones que pugnan por tener el control de todo, los Muyis liderados por la señorita Mayumi y los Ienou liderados por Ienochi.

-¿Quiénes son esos sujetos?

-A quienes deben impresionar si desean entrar a alguno de los grupos. Los Mayumi se distinguen por prendas de color rojo y los Ienou por prendas azules.

-Hace un momento vimos unos sujetos peleando en la plaza central –intervino Nomed.

-Esos eran los Ienou y el sujeto con el parche era Ienochi.

-Y los habitantes ¿también están divididos?

-Por supuesto que no, pero no tiene muchas opciones, si no eres adepto a ningún grupo mejor no te le cruces en el camino.

-Gracias por nada –se molestó Barrok -.No es trabajo de mercenario lo que buscamos. Nos vamos.

Los tres emprendieron el camino pero la voz del comerciante los detuvo.

-Te aseguro que no verán con buenos ojos que guerreros no tomen partida por uno u otro bando.

Los compañeros siguieron adelante a pesar de la advertencia. Al pasar por delante de otra tienda Barrok vio como otro hombre de Ienochi tomaba mercadería sin pagarla y ya no resistió. Se le interpuso en el camino y lo miró con mala cara.

-Págale –le exigió.

-¿Quién te crees que eres? ¿Sobes quién soy yo?

-No, no lo sé, pero tampoco me importa. Págale, no lo volveré a repetir.

-Y si no lo hago ¿qué? –lo enfrentó.

-No querrás saber.

El hombre de la banda azul perdió la paciencia y le arrojó un golpe de puño, pero Barrok detuvo el ataque con una sola mano y le retorció el brazo luego le dio un empujo y lo alejó. En un segundo ataque el general tampoco tuvo problemas para defenderse y en este caso lo dejó fuera de combate con un golpe en la nuca. El hombretón se agachó y sacó del bolsillo del otro el pago para el comerciante.

-¡No, no! –exclamó el vendedor y retrocedió.

Barrok miró hacia un costado y gruñó al ver al menos a unos diez hombres de liderados Ienochi.

-Esa no fue una buena idea –dijo el hombre del parche.