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martes, 27 de mayo de 2014


Capítulo 11

 

A paso apresurado el mago entró a la habitación y se despojó de la capucha que ocultaba la mayor parte del rostro. Tiró al suelo los papeles que se amontonaban sobre una vieja mesa de madera y en ella depositó el cofre que lograra rescatar del fondo del rio. Sonrió con satisfacción. Lo abrió y vio el contenido, estaba lo que esperaba, lo que necesitaba para pasar a la segunda parte de su plan. En todo el laboratorio se pudo escuchar su fuerte carcajada, una carcajada propia de un lunático.

Alguien llamó a la puerta de madera golpeando con fuerza. El mago permitió el ingreso del visitante. Un hombre de fornido cuerpo, cabello rapado y con un parche en el ojo derecho ingresó.

-¿Qué haces aquí? –inquirió molesto el mago.

-Vine por lo que arreglamos.

-¿Tú vienes aquí a exigirme?

El mago levantó su brazo derecho y arrojó al hombre varios metros hasta hacerlo golpear contra la pared y lo mantuvo allí a un metro del suelo.

-Tú no estás en posición de exigirme nada.

-Por… favor, mi señor.

-Que te quede claro soy yo quien decide cuando se hacen las cosas.

-Piedad señor.

-¿Por qué la tendría?

-Tengo… información… mi señor –casi no podía respirar.

El mago frunció el ceño y liberó al visitante, el cual se tomó unos segundos hasta que se recuperó.

-Habla.

-Es… Ilei…

-¿Qué sucede con él?

-Está muerto mi señor, mis hombres me lo dijeron –se levantó del piso tomándose el cuello.

-¿Cómo murió? –no parecía afectarlo en lo más mínimo.

-Hablan de un grupo de guerreros.

-¿Qué grupo?

-Son cinco, cuatro hombres y una mujer.

El mago sintió un cosquilleó en su espalda.

-¿Cómo son físicamente? –exigió saber.

-Bueno, uno tiene el cabello largo rubio y barba. Otro la cabeza rapada. Uno dicen que es sumamente obeso y hay otr…

-Es suficiente –levantó la mano para que guardara silencio.

En ese momento no tuvo dudas aquel misterioso grupo era el mismo que había cruzado en el barco. Se enfureció al darse cuenta de que habían sobrevivido.

-Pero hay más, señor.

-¿Qué más?

-Se están acercando, vienen hacia acá.

-No representan para mi ningún problema, pero no tengo tiempo para retrasos innecesarios.

El mago volteó caminó hasta una repisa tomó un frasco y se lo dio al hombre.

-Ilei era un estúpido débil. Esto te ayudara en tus asuntos privados. Pero a cambio debes deshacerte de esos guerreros. No me decepciones.

-No lo haré, mi señor –el hombre tomó el frasco con gran alegría.

-¡Ahora lárgate y si vuelves a venir sin mi consentimiento te mataré. Lárgate!

El visitante no perdió el tiempo en disculpas, se levantó y tan rápido como sus piernas se lo permitieron se fue del lugar.

Una vez solo, el mago se acercó hasta un sarcófago y acarició la tapa.

-Retrasos predecibles, solo eso. Pero nadie me detendrá. Nadie puede evitar lo que ya está escrito.

 

 

 

 

 

lunes, 26 de mayo de 2014

miércoles, 21 de mayo de 2014


Capítulo 10

 

Los guerreros llevaban ya más de un día de caminata cuando Barrok se detuvo y con una seña de su mano ordenó a los demás hacer lo mismo.

-¿Qué pasa? –preguntó Tainina.

-No estamos solos –sus ojos se habían transformado en un frenesí de movimiento en busca del intruso.

-¿Qué?

-Hace largo rato que alguien nos está siguiendo.

Frente a tales palabras todos se pusieron en alerta. Pero fue el general quien se percató de un movimiento en unos arbustos cercanos. Con cautela se acercó y con su espada movió algunas ramas. Vio algo que no esperaba: un rostro ovalado y bello, un cuerpo delgado y pequeño, y largos cabellos negros cayendo como cascada.

-¿Pero qué haces aquí, niña? –exclamó al reconocer a la pequeña sirvienta del castillo de Monded.

-Bueno…yo… no quería quedarme allí –explicó con lágrimas en los ojos.

-¡¡¡Maldición!!! Tienes que regresar.

-¡No quiero, por favor!

-Barrok, no podes obligarla –dijo Tainina acercándose y alzando a la niña.

-Ella no puede venir.

-Pues tampoco regresará a ese horrible lugar.

-El causante de las locuras del castillo está muerto, Ilei está muerto.

-Nadie asegura que no se vuelvan a repetir.

-Ella no puede venir y es mi última palabra.

-Ordena todo lo que quieras, pero no tengo porque obedecerte –enfrentó la joven con decisión.

-Haz como quieras, pero yo no me responsabilizaré por lo que le pueda suceder.

-Tampoco te lo pediría.

Barrok se alejó gruñendo como un animal salvaje.

-¿Por qué no nos avisaste que venias con nosotros en vez de seguirnos? –preguntó Tainina a la pequeñita.

-Bueno… yo… -miró a Tiberius que se encontraba cerca.

-Ah entiendo. Pero no te preocupes él no volverá a lastimarte, porque si se atreve siquiera a acercarse te aseguró que yo misma le arrancaré las pelotas –el aludido solo sonrió sarcásticamente como acostumbraba a hacer y siguió su camino -.Dime, bonita ¿cuál es tu nombre?

-Daka, me llamo Daka.

La joven guerrera sonrió con dulzura al igual que su nueva amiga y ambas siguieron adelante en el camino.

 

*  *  *

La noche los sorprendió camino al siguiente pueblo, por ello decidieron acampar en el bosque y seguir viaje al día siguiente.

Tainina recostó a la niña cerca de ella, y con caricias en la cabeza la hizo dormir al igual que ya lo hacía el resto de sus acompañantes a excepción de Barrok que apoyado en un árbol cercano la miraba.

-¿Qué? –preguntó la mujer un tanto molesta.

-Me preguntaba qué es lo que haces.

-¿De qué hablas?

-Desde que comenzamos este viaje nuestra vida pende de un hilo y más nos acercamos al mago más en peligro estamos, trayendo a la niña la expones a lo mismo. Por eso llegué a la conclusión de que queriendo ayudar a la niña, estas tratando de remediar un error del pasado.

-Solo dices estupideces, Barrok.

-Sabes bien que tengo razón.

-¿Y tú? ¿Acaso no haces lo mismo? ¿Qué error quieres remediar atrapando al mago?

El general suspiró hondo y miró para otro lado con fastidio.

-Tengo razón ¿verdad? –dijo la mujer pero con mayor tranquilidad.

-Sí, tienes razón –miraba a lo lejos como si evocara un viejo recuerdo.

-¿Qué es Barrok? ¿Qué es tan grave que no te deja tener paz?

El general permaneció unos segundos en silencio hasta que volvió a hablar.

-Lo que yo buscó es redención –explicó.

-¿De qué?

-De… el peor error de mi vida.

-Todos cometemos errores.

-No tan graves.

-¿Qué sucedió?

-¿Por qué te interesa?

-Porque tú… me importas.

Barrok se quedó contemplándola durante unos segundos finalmente se decidió, se acercó a su amiga y comenzó con su relato.

 

*  *  *

 

Yo pertenecía a la guardia real del reino de Leinad. Era general y tenía a mi cargo una división que contaba con más de mil hombres.

Un terrible criminal comenzó a cometer horribles actos delictivos y me fue encomendado capturarlo. Varias veces los perseguimos, varias veces lo acorralamos, pero todas las veces logró burlarse de nosotros y escapar. Eso hería mi orgullo como soldado. Poco a poco fui perdiendo la paciencia y estaba dispuesto a hacer lo que sea necesario con tal de atraparlo.

Recibimos la información de que se ocultaba en un pueblo cercano y llegamos hasta allí. Pero se negaron a abrirnos las puertas, para ese entonces yo ya no tenía paciencia y di la orden a mis soldados de que derribaran las murallas y capturaran al criminal y así fue: todos con espadas en mano ingresaron al pueblo. Yo derribé a cuanta persona se me cruzó, lo único que me importaba era capturar a quien me habían encomendado. 

Al final lo encontré ocultó en una casa. No mostró resistencia, al contrario estaba acurrucado en un rincón como si se tratara de un niño pequeño. Pero ni siquiera frente a tal imagen sentí piedad y lo ejecuté de inmediato. No satisfecho con ello le cercené la cabeza y la coloqué en mi espada. Salí de la casa y la mostré a mis hombres como si fuera un trofeo.

Fue en ese momento que vi lo que yo y mis soldados, por mis órdenes, habíamos hecho: por un criminal masacramos un pueblo entero: hombres, mujeres y niños por igual habían caído por el filo de las espadas. De repente me vi rodeado de fuego en las casas, sangre ajena en mi cuerpo y muerte por donde mirase, muerte de inocentes que nada malo habían hecho. 

 

*  *  *

 

-Lo demás es historia conocida, mis superiores se enteraron de lo que había hecho, me sometieron a juicio y decidieron mandarme a la prisión de Melgir –concluyó el general.

Tainina se tapaba la boca y en sus ojos había lágrimas por lo oído.

-Eso es lo que sucedió y la respuesta a tu pregunta es: sí. Intentó encontrar redención atrapando al mago. Por mucho tiempo creí que la única forma que había de pagar por mis crimines era sufrir en Melgir hasta mi muerte y luego el castigo en el inframundo. Pero ahora por primera vez creo que hay otra forma de redimirme, haciendo lo correcto como una vez supe hacerlo.

-Lo siento, Barrok. No sabía, no quise abrir esa herida.

-No te preocupes, no es tu culpa.

-Por lo que veo no somos tan distintos –le tomó de la mano.

-¿Por qué… por qué lo dices? –balbuceó viendo la actitud de la joven.

Estaba vez fue Tainina la que se tomó unos minutos para comenzar su relato:

<<Aunque no lo creas yo provengo de una familia aristócrata. Soy la menor de tres hermanos. Mi padre era un diplomático muy respetado, tanto que despertaba la envidia de muchos otros, en particular de uno: alguien que él consideraba su amigo, Debrón. Pero no era así, lo traicionó. Cuando yo tenía ocho años lo inculpó de un delito que no había cometido.>>.

Tainina calló durante unos segundos recordando los sucesos y Barrok aguardó en silencio hasta que continuó

<<Mi padre fue apresado, mientras que a nosotros nos quitaron todos los títulos y nos quedamos sin nada. Mi papá murió en la cárcel pocos meses luego de su encierro y mi madre murió de tristeza. Solo quedamos mis hermanos y yo, ellos se enlistaron en la guardia de Leinad con el fin de tener algún dinero, y al principio me enviaban cartas y algunas monedas pero después de un tiempo dejaron de hacerlo, aparentemente murieron en batalla.

Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas.

<<De la noche a la mañana y con solo ocho años me quedé totalmente sola. Y todo por culpa de un ambicioso hombre. Lo único que me mantenía con vida era mi sed de venganza. Conocí personas que estaban dispuestas a entrenarme a cambio de… bueno creo que no es necesario decirlo. Diez años después estaba lista para mi venganza. Descubrí que a Debrón le gustaban las prostitutas, así que me hice pasar por una y logré entrar en su castillo. Una vez a solas le confesé quien era y comencé a torturarlo, disfrutaba de cada segundo que es hombre sentía dolor. Pero en un momento de distracción se escapó. Lo perseguí y ejecuté todos los guardias que se me cruzaron `para defenderlo. Finalmente lo encontré, estaba escondido en la habitación de su pequeña hija, tal como estaba el hombre que tú perseguías. Cuando iba a matarlo su hija se cruzó y sin querer hacerlo la ejecuté, llena de ira por lo sucedido también maté Debrón. Pero no solo a él, asesiné a todos en el castillo nadie quedó con vida. Pensé que luego de lograr mi venganza y el dolor se iría, pero no fue así, el dolor se hizo más grande, me había convertido en algo similar a Debrón o aún peor. Seis meses después los guardias del rey me apresaron y al igual que tú me condenaron a Melgir. 

Tainina calló y Barrok respetó esos minutos de silencio. Había escuchado cada palabra, había sentido la pena de la mujer, pero no estaba seguro de poder sentir piedad o tristeza hacia mucho que su corazón se había cubierto de una dura coraza que lo volvía insensible.

-Yo también busco redención, Barrok.

-¿Por ello quieres ayudar a la niña? ¿Es como un reemplazo de aquella niña que mataste?

-No, lo hago por mí misma. No quiero que estando sola se convierta en alguien como yo –acarició la cabeza de la pequeña que permanecía dormida -.No somos nada distintos.

-Me doy cuenta. Ahora entiendo mucho de ti. Por ello te enfureciste tanto en el castillo, en Daka te veías a ti misma.

-Sí –asintió con la cabeza -.Por mucho tiempo odié, a Debrón, a su familia… a todos los hombres.

Barrok permaneció inmutable como siempre y en silencio en espera de que la mujer continuara.

-Este viaje es importante para mí –exclamó Tainina -. Comencé a ver al mundo de otra forma y ver a los hombres de otra forma y eso es en parte… gracias a ti.

-¿A mí?

-Sí, Barrok, aunque no lo creas o no lo veas eres un gran hombre.

El general sintió aquellas palabras en su corazón, por primera vez en mucho tiempo alguien había logrado llegar a él.

-Sera mejor dormir ahora, saldremos temprano –exclamó intentando ocultar cualquier tipo de sentimiento.

-De acuerdo, que descanses –Tainina sonrió con dulzura.

-También tú.

Barrok le dio la espada y cerró sus ojos pero aquella noche tardó mucho tiempo en lograr conciliar el sueño. Sin embargo sin saber porque, cuando lo logró, pudo dormir en paz como no lo hacía desde hacía mucho tiempo.

 

 

 

lunes, 5 de mayo de 2014


Capítulo 9

 

Barrok estaba parado sobre un sinfín de cadáveres, podía sentir el calor del fuego golpeándole la cara al igual que el hedor de la muerte. Miró hacia abajo pudo ver mujeres y niños en igual cantidad que hombres. Respiraba entrecortadamente. aún su mente no lograba hacerle entender lo que había sucedido. Volvió a observar el suelo, creyó ver un movimiento, y luego otra vez. Una mujer se movía, estaba viva. Se agachó para ayudarla, la tomó por la nuca y levantó levemente su cabeza, la mujer abrió los ojos y lo miró fijó.

-¡Asesino! –exclamó. Barrok intentó soltarla para algo se lo impedía -¡Asesino! –repitió la mujer y su rostro se volvió el del demonio más horribles de todos y lo devoró.

El general despertó sobresaltado, estaba bañado en un sudor frio igual que tantas otras veces. Se encontraba en un lugar oscuro y húmedo. Su mente tardó unos pocos segundos en recordarle lo sucesos pasados, era prisionero de Monded. Sus manos estaban encadenadas por encima de su cabeza y tenía el torso al descubierto.

Pudo ver entre las sombras una silueta delgada que cualquiera hubiera confundido con el de una mujer, pero Barrok bien sabía a quien pertenecía.

-Hola Barrok –saludó Ilei y le pasó un dedo por el pecho -¿Estas cómodo? –el prisionero no respondió -.Es una pena que todo termine de esta forma. Hubieras sido un poderoso aliado, lástima que no supimos entendernos.

-Que no supiste controlarme querrás decir.

-Puedes verlo de esa forma. Si hubieras sido más sumiso habrías formado parte de una nueva era.

-Prefiero pudrirme en el inframundo.

-¡Ho! lo harás, lo harás, quédate tranquilo.

-Soy un guerrero ¿crees que le tengo miedo a la muerte?

-No, imagino que no. Por ello antes de morir sufrirás un terrible dolor, que servirá para amedrantar a otros. Pero yo puedo detener todo eso. Solo le debes jurar lealtad a Monded.

-¿A él o a ti?

-Es igual.

-¿Crees de verdad que pueden vencer al reino de Anaviv?

-Tenemos muchos soldados.

-Los aplastaran antes de que saquen sus espadas.

-Nos subestimas, Barrok.

-Estas demente.

-Ja, he oído eso muchas veces. Lo que no entiendes es que sin importar cuál sea el resultado dela guerra yo siempre saldré bien parado.

-¿De qué hablas?

-Si ganamos la guerra seré soberano de un nuevo reino, si fracasamos será Monded y sus soldados los castigados. Yo por mi lado encontraré como acomodarme con un nuevo monarca.

-No lo dudo. Siempre lo has hecho.

-No, no siempre. Durante mucho tiempo sufrí de las peores vejaciones y humillaciones, más de lo que cualquiera hubiera resistido. No sabes lo que he tenido que sufrir.

-Si intentas que sienta pena por ti, pierdes el tiempo.

-No lo pretendo. Afortunadamente todo aquello quedó en el pasado.

-Lo lograste por medio de la magia ¿verdad?

Ilei sonrió.

-Eres más inteligente de lo que creí. Hoy la magia es una gran herramienta.

-¿Quién te dio ese poder?

-Lo lamento, no puedo decirlo. Pero no nos desviemos del tema principal. Aún puedes ser salvado. Sé que muy en el fondo me deseas –volvió a acariciarle el torso.

-La verdad… es que si hay algo que deseo hacer desde que te conocí.

-Adelante, hazlo.

Barrok escupió el rostro del eunuco.

-Gracias por permitírmelo –sonrió -.No puedes controlar mi alma porque hace mucho tiempo la perdí.

-Ya veo –respondió molesto y limpiándose la cara -.Sera como desees. Veremos si mañana eres tan valiente cuando te enteres de todo lo que tengo pensado para ti –sonrió con cinismo y se marchó dejando solo al general.

Barrok sabía que moriría en pocas horas, pero eso no lo aterraba, ni siquiera sabiendo que su destino era caer en el séptimo infierno, el peor de todos. Pensó en el mago que había decido capturar ¿le importaba dejar esa tarea inconclusa? No realmente. Pensó en sus compañeros ¿habrían escapado? Lo pensó con detenimiento, ¿realmente le importaba que hayan escapado? No estaba seguro de que fuera así. Hacía muchos años que había perdido su alma. Años que lo había vuelto incapaz de sentir pena por otros o incluso por sí mismo. Quizás la muerte fuera a ser una liberación, pero tampoco estaba seguro de ello. De lo único que tenía seguridad es que era incapaz de tener algún sentimiento, le era imposible.   

 

*  *  *

 

El calor en la celda era terrible, sentía los brazos entumecidas y la garganta seca, creyó que moriría antes de la ejecución planeada, estaba dispuesto a entregarse a Haljalen, el dios de la muerte. Sin embargo un ruido cercano lo hizo volver a la realidad. Pudo distinguir unos raros movimientos entre la oscuridad de la mazmorra, al principio creyó que el eunuco había regresado sin embargo luego se dio cuenta de que se trataban de varias sombras, tres para ser exactos.

-¿Qué hacen aquí? Les dije que debían marcharse –exclamó al ver a Tainina acercarse.

-Sí, y Nomed te lo prometió pero yo no. Así que no te quejes –respondió mientras con una espada le liberaba las manos.

-Tainina me convenció que no era lo correcto abandonarte y para serte sincero no necesitó mucho para hacerlo –con una sonrisa el joven de cabeza rapada le devolvió al general su arma.

-Gracias –tomó la espada -.Es mejor salir de aquí rápido -intentó disimular cualquier tipo de sentimiento.

Los cuatro compañeros emprendieron la retirada de la cárcel. Al pasar por la puerta Barrok pudo ver a los guardias en el suelo inconsciente y se figuró que de esa manera habían ingresado sus amigos. Subieron unas escaleras y al llegar a un pasillo se encontraron con un grupo de soldados que los aguardaban con sus espadas desenfundadas.

-¿Lo ve, mi señor? –preguntó Ilei al Monded –.Todos son traidores, los mejor es eliminarlos ahora mismo.

-¡¡¡Maldita rata!!! –gritó Tainina -¿Qué no se dan cuenta de que los esta manejando? 

-¡Silencio, mujer! –exigió el monarca -.Les abrí las puertas de mi castillo y así me lo agradecen. No tendré piedad, ¡mátenlos!

Sin dudarlo los soldados se arrojaron sobre sus rivales que no tuvieron otra opción que defenderse. Barrok se deshizo con facilidad de dos guardias que lo atacaron, un tercero le arrojó un espadazo que pudo detener y luego lo obligó a retroceder asestándole una patada en los riñones, el centinela no tuvo tiempo para recuperarse ya que la hoja del general lo ajustició de inmediato.

-¡Tenemos que llegar hasta Ilei! –gritó Nomed mientras se deshacía de su contrincante.

-¡Es imposible! –gruño Barrok mirando la muralla de soldados que lo separaban de su objetivo -.Hay que abrir el camino.

Aún los guerreros estaban pensando en cómo lograr su cometido cuando vieron a Celden correr contra la muralla humana con gran furia. El enorme hombretón derribó a unos cuantos al tiempo que se trenzaba en lucha contra otros. Al ver esto Ilei y Monded comenzaron a retroceder.

-¡¡¡Barrok no pierdas la oportunidad, ve con Tainina y acaba con el eunuco, nosotros nos encargaremos de los soldados!!! –gritó Nomed.

El general no lo pensó dos veces, tomó a la joven de la mano y juntos atravesaron el muro de soldados y fueron a la captura del eunuco que ya corría con desesperación. Lo vieron ingresar en uno de los cuartos y hasta allí arribaron. De una sola patada el general derribó la puerta, ajustició a un guardia que se le interpuso en el camino y luego depositó toda su atención en el eunuco. Monded se le arrojó pero Barrok lo dejó inconsciente de un solo golpe y casi sin moverse de su lugar. Fue en ese momento que Tiberius apareció por detrás de Ilei.

-Tú acaba con el eunuco, yo me encargó de este estúpido –dijo Barrok a su compañera.

-Sera un placer.

  Los eternos rivales cruzaron sus espadas por segunda vez. Tiberius trazó un arco con la hoja de su arma pero cuando iba a llegar destino Barrok rodó hacia un costado. Se puso de pie y de un golpe con el hombro lo desestabilizó y aprovechando eso le asestó un fuerte puñetazo en la cara. Con su rival en el suelo el general levantó su espada para ajusticiarlo, sin embargo se contuvo y decidió golpearlo en la nuca para dejarlo fuera de combate.

Mientras esto sucedía Tainina se enfrentaba a Ilei. El eunuco había sacado una navaja y con ella se defendía como podía de las continuas embestidas de su rival. Tainina fingió una finta hacia la derecha y a último momento arrojó un sablazo que marcó con profundidad la cara de su enemigo.

-Vaya, ya no vas a ser tan hermoso –se burló la joven.

-¡¡¡Perra, desgraciada!!! –gritó con lágrimas en los ojos y tomándose la herida que no paraba de sangrar.

-Igual no te preocupes, no te queda mucho tiempo de vida.

El eunuco desesperado se arrojó sobre Tainina, ésta paró la embestida con su espada, y con ella misma primero le apuntó la mano y por último le cercenó la cabeza que cayó pesadamente al piso junto al cuerpo.

-Te lo dije –exclamó Tainina viendo el cadáver.

 

*  *  *

 

Transcurrió un día desde el duro enfrentamiento, tal como lo habían imaginado con la muerte de Ilei la magia que controlaba a todos en el castillo desapareció. Poco a poco todos fueron reaccionando, incluso Monded. Éste se excusó con todos sus soldados y la servidumbre por su actitud y desde luego también desapareció la idea de declararse un reino independiente.

-Reconozco el servicio que prestaron en mi castillo –exclamó el hombre a los cinco compañeros -.Pero también mataron a muchos de mis hombres. Los dejaré ir, pero si regresan haré que los arresten.

-No se preocupe ni locos regresaremos aquí. Usted preocupes de intentar cerrar las heridas de las pobres personas que fueron obligadas a hacer cosas horribles en las orgias que organizaban –Tainina escupió todo su sentir.

Monded se puso rojo de la furia,  sin embargo no dijo nada ya que sabía que era todo verdad.

Los cinco ex presidarios se marcharon del castillo ese mismo día. Tiberius los acompañaba ya que les había dicho que estaba bajo control de Ilei. Si bien era cierto nadie creía en su buena voluntad, aún así le permitieron que los acompañara.

En el camino se acercó a Barrok y le dijo en voz baja para que solo él escuchara.

-Ese desgraciado me controló, pero mi deseo de matarte era genuino, y ya me cobraré todos los golpes que me diste.

-Cuando quieras, imbécil –respondió el general sin quitar la mirada de la carretera.

Los cinco continuaron adelante sabiendo que estaban en el camino correcto en la búsqueda del mago.