Capítulo 11
A paso apresurado el mago entró a
la habitación y se despojó de la capucha que ocultaba la mayor parte del rostro.
Tiró al suelo los papeles que se amontonaban sobre una vieja mesa de madera y
en ella depositó el cofre que lograra rescatar del fondo del rio. Sonrió con
satisfacción. Lo abrió y vio el contenido, estaba lo que esperaba, lo que
necesitaba para pasar a la segunda parte de su plan. En todo el laboratorio se
pudo escuchar su fuerte carcajada, una carcajada propia de un lunático.
Alguien llamó a la puerta de
madera golpeando con fuerza. El mago permitió el ingreso del visitante. Un
hombre de fornido cuerpo, cabello rapado y con un parche en el ojo derecho
ingresó.
-¿Qué haces aquí? –inquirió
molesto el mago.
-Vine por lo que arreglamos.
-¿Tú vienes aquí a exigirme?
El mago levantó su brazo derecho
y arrojó al hombre varios metros hasta hacerlo golpear contra la pared y lo
mantuvo allí a un metro del suelo.
-Tú no estás en posición de
exigirme nada.
-Por… favor, mi señor.
-Que te quede claro soy yo quien
decide cuando se hacen las cosas.
-Piedad señor.
-¿Por qué la tendría?
-Tengo… información… mi señor
–casi no podía respirar.
El mago frunció el ceño y liberó
al visitante, el cual se tomó unos segundos hasta que se recuperó.
-Habla.
-Es… Ilei…
-¿Qué sucede con él?
-Está muerto mi señor, mis
hombres me lo dijeron –se levantó del piso tomándose el cuello.
-¿Cómo murió? –no parecía
afectarlo en lo más mínimo.
-Hablan de un grupo de guerreros.
-¿Qué grupo?
-Son cinco, cuatro hombres y una
mujer.
El mago sintió un cosquilleó en
su espalda.
-¿Cómo son físicamente? –exigió
saber.
-Bueno, uno tiene el cabello
largo rubio y barba. Otro la cabeza rapada. Uno dicen que es sumamente obeso y
hay otr…
-Es suficiente –levantó la mano
para que guardara silencio.
En ese momento no tuvo dudas
aquel misterioso grupo era el mismo que había cruzado en el barco. Se enfureció
al darse cuenta de que habían sobrevivido.
-Pero hay más, señor.
-¿Qué más?
-Se están acercando, vienen hacia
acá.
-No representan para mi ningún
problema, pero no tengo tiempo para retrasos innecesarios.
El mago volteó caminó hasta una
repisa tomó un frasco y se lo dio al hombre.
-Ilei era un estúpido débil. Esto
te ayudara en tus asuntos privados. Pero a cambio debes deshacerte de esos
guerreros. No me decepciones.
-No lo haré, mi señor –el hombre
tomó el frasco con gran alegría.
-¡Ahora lárgate y si vuelves a
venir sin mi consentimiento te mataré. Lárgate!
El visitante no perdió el tiempo en
disculpas, se levantó y tan rápido como sus piernas se lo permitieron se fue
del lugar.
Una vez solo, el mago se acercó
hasta un sarcófago y acarició la tapa.
-Retrasos predecibles, solo eso.
Pero nadie me detendrá. Nadie puede evitar lo que ya está escrito.
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