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viernes, 28 de marzo de 2014

Mapa de los cinco reinos

Les dejo un mapa del continente de Anilorar. Allí podrán encontrar la división y nombre de los cinco reinos y la isla de Lakar donde se desarrolla la historia.

martes, 25 de marzo de 2014


Capítulo 4

 

Barrok miraba como el sol comenzaba a ocultarse, el segundo día desde que llegaron al pueblo estaba muriendo al igual que Tainina. Ninguna medicina o rezo había logrado sanarla, y con cada segundo que pasaba su estado empeoraba más y más.

-He finalizado con mis oraciones de curación. Dudo que en esta ocasión sea diferente a las otras veces. Ella cada vez está peor –se lamentó Somar acercándose por detrás.

-Quiero respuestas, clérigo, es la única forma de encontrar una solución –exigió el general sin mirarlo.

-Te diré todo cuanto quieras saber.

 

*  *  *

 

Alrededor de una mesa redonda de madera Somar se sentó junto a los cuatro hombres expectantes de conocer el secreto del pueblo. Tainina por su parte yacía acostada en una de las habitaciones inconsciente debido a la alta fiebre.

-Como les dije –comenzó el sacerdote –nuestro pueblo está sufriendo una epidemia desconocida por todo Anilorar. Las personas mueren sin que nadie pueda hacer nada por salvarlos. La enfermedad se mostró sumamente contagiosa, aquellos que aún no nos enfermamos fue por gracia del Gran Ezus. Pero eso no es todo. Por alguna razón que desconozco, aquellos que sucumben a la enfermedad, no logran el descanso. Sus cuerpos son reanimados por una energía superior. Son seres sin sentimiento ni comprensión, son monstruos… bueno ustedes ya lo vieron.

-¿Todos los que murieron volvieron a la vida? –quiso saber Barrok.

-Todos. Es por ello que luego de mucho deliberar decidimos cremar los cuerpos para evitar esta horrible situación. Con Gerar… me refiero a aquel que enfrentaron, no quisimos incinerar su cuerpo debido a que era un miembro respetable de nuestro pueblo. Creímos que atándolo y enterrándolo bien hondo alcanzaría.

-Se equivocaron –agregó Tiberius.

-Sí, lo sé -se lamentó.   

-Necesitamos encontrar la cura –exclamó el antiguo general - ¿Cuánto hace que apareció esta enfermedad?

-¿Cuánto? Bueno creo que fue hace dos meses, no –se corrigió –ya son casi tres meses.

-¿Algún acontecimiento en particular en ese tiempo?

-No que yo recuerde.

-Intente hacer un mayor esfuerzo –insistió Barrok.

El clérigo cerró los ojos para lograr la mayor concentración, tardó unos segundos pero al fin volvió a hablar.

-Lo único que recuerdo es la visita de un hombre un tanto… extravagante.

-¿Por qué lo dice?

-Bueno se pasaba varias horas del día en la costa, venía muy poco al pueblo, no se trataba con nadie, y así como apareció un día al otro desapareció.

-¿Ya había personas enfermas cuando él estaba?

-No –exclamó Somar entendiendo la importancia de ese dato -.Las primeras víctimas aparecieron días después.

-¿Puede describir a ese hombre?

-Bueno era una persona entrada en años, llevaba el cabello y la barba larga blanca como la nieve. Pero a pesar de sus años tenía un cuerpo fornido.

-¿Habló usted con él?

-Poco, era antisocial. Ninguna de nuestras conversaciones fue relevante.

-Entiendo.

-Creo que ya tenemos algo –agregó Nomed -.Hay que decidir cómo seguir.

-Tengo una idea para ayudar a Tainina –concluyó Barrok.

-¿A quién le importa ella y toda este maldito pueblo? -interrumpió Tiberius de forma brusca -¡Que se muera! Es mejor irnos antes de contagiarnos nosotros.

-Creo que eso ya es tarde para ti –respondió el general sin inmutarse y señalándole unas postulas que se le visualizaban en el brazo -.También estas enfermo.

Tiberius permaneció en silencio había sentido algunos síntomas aquel día pero no esperaba haberse enfermado. Ahora correría la misma suerte que todas las anteriores victimas a menos que ayudara a encontrar una solución.

-Sera mejor apresurarnos, es obvio que tenemos poco tiempo –dijo Nomed con preocupación.

 

*  *  *

 

Sin mucho para empezar a investigar los cuatro hombres decidieron visitar la costa donde el extraño pasaba largas horas del día. Armados tan solo con espadas que Somar les proveyó marcharon hacía el lugar. Al arribar se encontraron con una barranca de varios metros de altura y en el fondo el mar que chocaba con fuerza contras las paredes de roca.

-¿Y ahora qué? –preguntó Tiberius molesto, su estado de salud era a cada segundo peor -.Aquí no hay nada.

-No creo que estemos errados –respondió Nomed -. Siento rastros de magia en este lugar.

-¡¿Qué tontería es esa?!

-Cierra la boca, Tiberius –exclamó con autoridad Barrok -¿Realmente puedes sentir la magia? –le preguntó al joven de los ojos cerrados.

-Solo si es muy fuerte, como en este lugar.

-Pero… aquí… no hay… nada –participó el obeso Celden.

-No, aquí no. Creo que tendremos que bajar –Barrok miró hacia abajo.

El general tomó una soga atada a su cintura y se la dio a Celden.

-Eres el único que puedes soportar nuestro peso, por nada del mundo sueltes esta soga ¿entiendes? –el hombre asintió con la cabeza con lentitud.

-¡¿Confías nuestra vida a este retrasado?! –gritó Tiberius.

-¿Prefieres ser tú el que sostenga la soga? –el presidario no respondió -.Entonces maten la boca cerrada. Vamos.

Ataron la punta de la soga a una roca mientras Celden sostenía otra parte. Barrok se ató el otro extremo a la cintura, y comenzó a descender por la barranca. Las piedras irregulares y el fuerte viento le dificultaban la tarea, no obstante logró llegar casi hasta a la altura del mar, miró hacia un lado y a otro y, divisó no muy lejos, una cueva. Avisó por medio de gritos a sus compañeros de su hallazgo. Y luego se desplazó al lugar. Aguardó a que Tiberius y Nomed descendieran. Una vez juntos prendieron antorchas decididos a revisar la cueva.

 

*  *  *

 

A través de un largo pasillo los tres hombres caminaban, con el general a la cabeza.

-Este lugar es interminable –Tiberius miraba a un lado y a otro.

-Sé que es lo que piensas, Barrok –exclamó Nomed por lo bajo.

-¿Puedes leer la mente, también? –no desvió la mirada del camino.

-No. Pero aunque pudiera tampoco me haría falta. Crees que el hombre que nos atacó está involucrado en este hecho ¿no es así?

-Quien nos atacó domina la magia. La enfermedad y que los muertos vuelvan a la vida es producto de magia también. Sería mucha coincidencia que sean hechos separados –admitió Barrok -.La razón de porque hizo esto, no lo sé.

-Cuando lo solucionemos, buscaremos las causas del accionar de este hombre –Nomed sonrió y Barrok comenzó a sentir cierta tranquilidad de tenerlo de su lado.

Con pocas palabras de por medio los tres siguieron adelante por más de media hora. En ocasiones Tiberius debía aferrarse a las húmedas rocas de la pared para no caer, su fiebre iba en aumento y ya le costaba hasta ver con claridad, sin embargo su orgullo le impedía ser ayudado por alguno de sus compañeros. Transpiraba continuamente y tenía el cuerpo llenó de postulas incluso en el rostro. Nomed estaba a punto de sugerir un descanso para que Tiberius recuperara algo de fuerza, sin embargo no llegó a hacer el pedido puesto que el camino por donde transitaban se abría en un espacio mucho más amplio.

Los tres hombres observaron asombrados el lugar, les costaba creer que fuera hecho naturalmente. Estaba vacío excepto por un pequeño altar construidos en madera ubicado en el centro de la habitación. Mientras que estalactitas y estalagmitas decoraban techos y pisos.

-¿Qué… que rayos es… todo esto? –Tiberius respiraba con dificultad -¿Dónde… estamos?

-Si no me equivocó exactamente por debajo del centro del pueblo –Barrok no quitaba los ojos del altar. Nomed asintió con la cabeza demostrando que había llegado a la misma conclusión.

-¿Sientes magia? –preguntó el general al joven.

-Mucha. Sobre todo de ese altar.

-Entonces… destruyámoslo a ver que… sucede.

-Es lo más sensato que has dicho, Tiberius.

Barrok desenfundó la espada pero se detuvo pocos pasos antes de llegar. Pequeños seres aparecieron detrás de las estalagmitas. Median un poco más medio metro, con cuerpos delgados y deformes, orejas largas y puntiagudas, y rostros de hienas. Estaban armados con palos, a excepción de uno que tenía un báculo con joyas en la punta.

-Trasgos –exclamó Barrok con dientes apretados.

Los tres guerreros se vieron rodeados por más de una decena de enemigos.

 

domingo, 16 de marzo de 2014

El nuevo capítulo de la historia disfruten y comenten, saludos


Capítulo 3

 

Tosiendo y escupiendo agua Barrok se dejó caer sobre la arena de la playa a la que había logrado llegar nadando luego de que saltara del barco en llamas.

Se quitó algunos de sus largos cabellos dorados de la cara y miró hacia un lado y a otro. Divisó en distintos lugares a sus compañeros de cautiverio inconscientes. Tomó fuerzas de donde ya no había y los alejó de la costa, comenzando por Tainina. Se aseguró de que todos siguieran con vida y luego prendió una fogata para secarse y tolerar un poco mejor el frío típico de la cercanía al mar.

La joven fue la primera en despertar. Analizó toda la situación hasta que deposito su atención en Barrok que la observaba no muy lejos.

-¿Qué sucedió? –preguntó al fin con voz fina.

-Creo que tendrás que ser más específica, niña.

-Me refiero a… todo ¿Quién nos atacó? Y ¿por qué?

-No lo sé. El motivo fue lo que transportaba el barco, sea lo que sea.

La mujer se tomó la cabeza confundida. Aún estaba empapada y la ropa se le pegaba al cuerpo reluciendo su escultural figura, Barrok no pudo evitar mirarla con admiración y sentirse atraído.

-Creo –dijo desviando la mirada –que será mejor ir al poblado más cercano.

-¿Dónde estamos?

-No estoy seguro, pero creo que es la isla de Lakar.

-Aquí debíamos venir, aquí íbamos a ser libres –exclamó con dolor y melancolía.

-No creo que lo fuéramos a ser.

-¿De qué hablas?

-No estoy seguro de cuanto conocía el alcaide de la situación, pero de seguro tenía planeado que todos muriéramos en el barco.

Tainina no respondió nada, se tomó el tiempo para analizar la situación y parecía estar de acuerdo con el pensamiento de Barrok

 

*  *  *

 

Cuando los cinco estuvieron en condiciones de continuar, decidieron ir al poblado más cercano y desde allí decidir el curso de las acciones. Quedarse cerca de la costa era peligroso, quizás un barco de la prisión ya hubiera sido mandado para buscarlos.

Poco antes de llegar al pueblo vieron como el cielo se opacaba, el sol se ocultaba detrás de nubes grises que se movían con violencia, mientras se oían terribles truenos. Por otra parte la tierra del lugar era árida y arcillosa, llena de rocas y prácticamente sin vegetación viva.

-Que horrible lugar –exclamó Nomed.

Barrok lo miró con curiosidad, se preguntaba cómo podía hacer aquel hombre para ver teniendo los ojos siempre cerrados.

-Nada parece estar vivo aquí –agregó Tainina colocándose de cuclillas y tocando la tierra.

-Es mejor que sigamos –sugirió el general.

Con cada paso que los acercaba al pueblo las condiciones climáticas empeoraban al igual que el suelo.

-Algo no anda bien –dijo Tiberius mirando de un lado a otro.

-¿Recién ahora te das cuenta? –preguntó retóricamente el antiguo general.

-Si en verdad estamos en Lakar, es muy raro lo que estamos viendo. Tengo entendido que este lugar se caracterizaba por su gran vegetación y por un suelo apto para la cosecha de muchos alimentos. Algo muy diferente de lo que está a nuestro alrededor.

Nadie llego a responder a lo comentado por Nomed ya que no muy a lo lejos vieron cómo se levantaba un poblado.

Éste estaba tan muerto como la vegetación. Avanzando bastante tan solo se cruzaron con unas pocas personas, las cuales no se las veía muy saludables ni fuertes.

-Miren, allí hay mucha gente –Tainina señaló en una dirección.

No muy lejos se veía como un grupo de personas estaba amontonado. Los cinco se acercaron y vieron que se trataba de un sepelio oficiado por un hombre delgado vestido con túnicas blancas y un sombrero de punta.

-… y le rogamos al “Padre de Todo” Ezus, que te de el apropiado descanso, y recuerda ahora tu perteneces al mundo de los muertos, ya no eres bienvenido entre nosotros los vivos –terminado de decir esto el cadáver de un hombre fue puesto en un pozo.

-Jamás había oído rezo tan extraño –susurró por lo bajo la mujer.

-Extraño como todo, desde que salimos de la prisión.

Una vez que el pozo fuera tapado las personas comenzaron a marcharse, todos con una actitud de desánimo y miedo. Por ello el único que se acercó a los visitantes fue el delgado hombre.

-Ustedes no son de aquí ¿verdad? –fue lo primero que dijo.

-No, somos extranjeros –respondió Barrok sin rodeos.

-Bienvenidos entonces al pueblo “El Posador” mi nombre es Somar, sacerdote del dios Ezus “Padre de Todo”.

Ezus era la divinidad principal del continente de Anilorar.

-¿Cuáles son sus asuntos? –continuó el hombre.

-En realidad necesitamos saber dónde podemos tomar un barco que nos devuelva al continente.

-Ah me temo que eso no será posible, al menos no en lo inmediato.

-¿Por qué?

-Porque los únicos barcos que llegan son aquellos que comercian con nosotros, y vienen una vez al mes, el último partió hace una semana atrás.

-¡Rayos! Entonces dinos donde podemos encontrar una posada para descansar.

-Eso tampoco será posible, aquí no tenemos posadas. Pero con gusto puedo recibirlos en mi templo. Pero por su seguridad es mejor que partan mañana.

-¿Por qué la urgencia? –preguntó Nomed.

-Me temo que el pueblo está sufriendo de una epidemia mortal.

-¿De qué enfermedad se trata?

-Una desconocida, ningún medicamento ni rezo es efectivo. Las personas comienzan con fiebres y unas postulas que se esparcen por todo el cuerpo. Por lo general después de cinco días de aparecidos los primeros síntomas la persona… bueno muere. Por ello no es bueno quedarse mucho tiempo, para evitar el contagio.

-¿Ese hombre que sepultaban murió a causa de esta enfermedad? –preguntó Barrok sin inmutarse.

-Sí, una nueva víctima –se lamentó.

-¿A qué se refería cuando dijo que ya no era bienvenido al mundo de los vivos?

-Ah… eso… bueno…, no tiene importancia, es solo un rezo.

Ni uno solo de los prisioneros creyó en las palabras del sacerdote, pero nadie insistió ya que lo único que deseaban era descansar y al día siguiente partir.

 

*  *  *

 

Los cincos acompañaron a Somar hasta su templo. Allí pudieron bañarse y ponerse ropa limpia, que muy amablemente el sacerdote les regaló.

Barrok con la excusa de conocer el templo se alejó del grupo y examinó el edificio, en busca de una espada o alguna otra arma, algo muy dentro de él le decía que no era seguro permanecer mucho tiempo más desarmado.

El lugar era amplio y lujoso, construido con roca. En el salón principal había un altar y un poco más atrás sobre la pared una escultura de oro de Ezus, con las características típicas: una larga barba y una musculatura sobre humana, en su mano derecha una lanza y en la otra un escudo. En el piso superior del templo se hallaban las habitaciones. En media hora Barrok había visto todo, pero ni el más mínimo rastro de lo que ansiaba encontrar, regresó con su grupo molesto.

Después de una cena modesta, el sacerdote los invitó a que se retiraran a descansar. Barrok se retrasó adrede y vio como el hombre trancaba todas las entradas y ventanas, y montó guardia.

-¿Qué hace? –le preguntó el general.

-Ho… es que… bueno hay algunas ovejas descarriadas en el pueblo que disfrutan hacerse de lo ajeno, es solo eso.

-Más cosas extrañas –exclamó Nomed, que también había visto el extraño comportamiento, tomando distancia del sacerdote.

-Sí, lo mejor será marcharnos a primera hora.

Barrok sugirió a sus compañeros, en la privacidad, hacer guardias por seguridad. Tainina acusó un fuerte cansancio por eso pidió ser la última en la rotación.

-Ustedes descansen yo tomaré la primera guardia –propuso el general.

Se ubicó en la escalera desde donde podía ver casi todo el tempo, pero donde él no era visto. Las horas pasaron con lentitud. Hasta que un leve ruido interrumpió el silencio de la noche, el sonido se repitió una vez más y otra, y otra. Era como si alguien arrastrara los pies por fuera del templo. Barrok miró al sacerdote y se dio cuenta que dormía sentado en un banco. Aprovechó aquello y con cuidado bajó las escaleras y miró por la ventana: nada, solo oscuridad de la noche. Cuando estaba a punto de asomarse por otra ventana. Vio la horrible imagen de un ser que se apoyó en la ventana y comenzó a golpearla con la mano abierta.

-¡Por los dioses ¿qué es eso?! –exclamó el general retrocediendo unos pasos.

Somar se despertó sobresaltado.

-¡¿Qué?! ¿Qué sucede?

-¡¡¡Eso!!! -gritó Barrok al ver al horrible ser romper el cristal e intentando ingresar.

   Barrok lo reconoció inmediatamente, era el mismo hombre que fuera sepultado en la tarde, estaba sucio y comenzaba a descomponerse.

-¡¡¡Atrás!!! Yo me encargó –con un mástil el sacerdote trataba de mantener al muerto a distancia.

-¡¡¡Dame eso, imbécil!!! –exclamó furioso el hombre al ver el fracaso de Somar.

Aprovechando que el ser había perdido el equilibrio al ingresar, Barrok lo atravesó de lado a lado con el mástil. Respiró hondo para que una gran bocanada de aire ingresara en sus pulmones y lograra aminorar sus nervios. Pero no tuvo suficiente tiempo. Ya que el muerto volvió a levantarse, se quitó el mástil y lo arrojó lejos.

-¡¡¡¿Qué demonios?!!!

Barrok se arrojó sobre su rival y a mano limpia comenzó a golpearlo con furia, pero nada parecía afectarlo. Un nuevo golpe fue detenido por la mano del ser, tomó al general del cuello y lo arrojó varios metros, golpeándolo contra una pared.

En ese momento los demás prisioneros se hicieron presentes al escuchar el alboroto. El asombro de los cuatro no fue menor al de Barrok.

-¡¡¡Mátenlo!!! –grito el general sacándolos de su letargo.

Nomed y Tainina reaccionaron primero, pero los resultados fueron similares a los anteriores, ambos fueron azotados sin piedad, quedando la muchacha fuera de combate inmediatamente. Tiberius usó toda su humanidad, empujó al ser hasta desestabilizarlo. Barrok no perdió la oportunidad, tomó el mástil y golpeó sin piedad al muerto. Por último le clavó el arma improvisada en el cuello y haciendo presión le arrancó la cabeza. El enemigo ya no se movió más.

-¡¡¡Por Ezus!!! Esta vez el proceso fue más rápido –el sacerdote tomó asiento blanco como un papel.

-¡¡¡¿Qué fue todo esto?!!! –gritó Tiberius, mientras Barrok hacia reaccionar a Tainina.

-Bueno… yo –balbuceaba el sacerdote.

-¡Habla, desgraciado! –el hombre de la barba candado lo tomó del cuello.

-¡¡¡Suéltalo, Tiberius!!! –amenazó Barrok.

El sacerdote calló al suelo tosiendo cuando fue liberado.

-Necesitamos una explicación.

Yo… -Tainina volvió a desplomarse.

-¿Esta herida? –inquirió el general.

-El sacerdote se acercó arrastrándose hasta la mujer y la examinó.

-No –respondió al fin –.Esta enferma –les mostró a todos las postulas que habían aparecido en el abdomen de la mujer.     

sábado, 8 de marzo de 2014


Capítulo 2

 

Dentro de la celda no hubo mucho tiempo para conversar. Tan solo alguna que otra charla intrascendente y algunos comentarios al aire por parte de Tiberius con el fin de provocar a Barrok, pero nunca tuvo éxito en su empresa.

Al día siguiente, antes de que el sol asomara por el este. Un grupo de soldados ingresó y unió a los cinco prisioneros con grilletes en los pies con Barrok a la cabeza. Sin dar mayores explicaciones los hicieron subir a un carruaje que los conduciría hasta la ciudad de donde saldría el barco.

Ya en el lugar, a empujones y golpes con la mano los cinco prisioneros fueron subidos a bordo y llevados hasta un camarote. En el lugar había sobre una mesa pequeña una caja tapada con una sábana y un total de ochos soldados custodiando.

-Aquí se quedan, ratas. Eso es lo que deben custodiar se quieren quedar libres –escupió el soldado que los acompañaba.

-Y ¿nuestras armas? –preguntó Tiberius.

-Jaja, que gracioso –le golpeó con todas sus fuerzas en el estómago, el hombre se dobló de dolor -.Ustedes defenderán esto con su cuerpo.

Barrok utilizó el tiempo para analizar la situación. Por las dimensiones del barco y por el tiempo que se tardarían en llegar calculaba que abordo debería haber unos treinta o treinta y cinco hombres, de los cuales ocho estaban en el mismo sitio que ellos. Era obvio que el objeto a cuidar era de sumo valor pero le sorprendió que la mayoría de los soldados, que había logrado ver, fueran muy jóvenes. Imaginó también que estos hombres tenían órdenes de ejecutarlos frente a cualquier actitud extraña, por ello optó por tomar asiento en el suelo y esperar para ver cómo se daban los acontecimientos y poner en marcha, de ser necesario, cualquiera de los planes que había ideado según la situación, sus compañeros imitaron su acción.

 

*  *  *

 

A la hora pactada, el barco salió a la mar. En el primer día de viaje las horas trascurrieron con lentitud y tranquilidad. Los soldados se distraían jugando cartas, pulseadas y bebiendo ron. Pero en ninguna de estas actividades podían participar los prisioneros, las condiciones no eran las mejores, para ellos solo había un plato de comida al día y un vaso con agua que debía durar hasta la noche, momento en que volvían darles de beber, aunque después su estadía en la prisión de Melgir esto no era un verdadero problema.  

-Creo… que una manera adecuada de matar el tiempo –dijo el joven de cabeza rapada siempre con los ojos cerrados –es hablar un poco, al menos podemos comenzar diciendo nuestros nombres. Yo soy Nomed. ¿Tú? –preguntó al antiguo general al ver que nadie se unía a la charla.

-Barrok.

-Tainina –exclamó a continuación la única mujer del grupo.

-Ah… yo…eh… eh soy… Celden –contó con evidentes dificultades mentales el obeso prisionero.

El retardo de Celden llamó la atención de Barrok, que tipo de peligro podía representar un ser así como para ser llevado a la peor prisión del continente.

-Solo faltas tú –invitó a participar Nomed.

-Ya he dicho mi nombre una vez no pienso volver a repetirlo –respondió con mal humor Tiberius.

-Es cierto. Ya al menos conocemos nuestros nombres.

-Ah… ah podemos… decir porque… estábamos presos.

-¡Olvídalo bola de grasa! –ladró Tiberius.

-No creo que nadie desee hablar de eso –explicó casi con tono maternal Tainina.

La conversación continuó con temas irrelevantes siendo Nomed, Celden y la joven los más participes, mientras que Barrok y Tiberius fueron más retraídos a la hora de participar.

Entrada la noche y siempre en compañía de los guardias, los prisioneros se durmieron.

 

*  *  *

 

A la luz de un sol de atardecer el pueblo ardía en llamas, las murallas de madera yacían destruidas, las casas derruidas y ciento de cadáveres, hombres, mujeres y niños por igual, adornaban como una alfombra el suelo. En medio de tan horrible escena se hallaba un hombre con la espada en mano y bañado en sangre ajena. Ese hombre había cometido las peores masacres de la historia, ese hombre había matado sin piedad, ese hombre era Barrok.

 

*  *  *

 

El general se despertó sobresaltado, estaba empapado en un sudor frio y las manos le temblaban. Desde hacía mucho tiempo horrible pesadillas lo atormentaban, pesadillas que no eran más que recuerdos del pasado. Se limpió la transpiración de la frente con el antebrazo y miró a su alrededor. Sus compañeros aún dormían, mientras que unos soldados nuevos habían tomado la guardia. Dos lo observaban por la forma en que el hombre se había despertado.

No intentó volver a dormir sabía que sería imposible, muchas veces ya le había ocurrido lo mismo. Aún respiraba de forma acelerada cuando notó que el barco se zarandeaba más de lo normal. Al principio era un leve vaivén, pero en cuestión de segundos el movimiento era terrible.

-¡¿Qué rayos es eso?! –exclamó el hombre incorporándose de un salto, pero sin ir mucho más allá ya que aún estaba encadenado a sus compañeros.

-D…debe ser una tormenta –respondió uno de los soldados temeroso de la situación mientras intentaba mantener el equilibrio.

-Ninguna tormenta se arma tan rápido, niño.

-U… usted quédese quieto –el joven lo apuntó con la espada pero aún se veía su miedo.

Barrok agudizó el oído e intentó saber que pasaba más allá de las paredes del camarote. Los gritos típicos de hombres impartiendo órdenes pronto fueron reemplazados por alaridos de horror. Barrok no aguardó más y haciendo gala de su tamaño y toda su fuerza arrastró a sus compañeros, que ya estaban de pie, hacía afuera. A la intemperie la lluvia y el viento arreciaban con fuerza, las olas golpeaban sin piedad y los rayos surcaban incasablemente el oscuro cielo.

Era hacía el cielo donde todos miraban. Con rapidez una figura, desde lo alto, se acercaba. Era una persona, o eso se imaginaban ya que vestía una larga túnica oscura con capucha, a su alrededor brillaba con intensidad un bola de energía que lo cubría y estaba conformada por rayos eléctricos.

El extraño visitante se posó sobre el barco. Luego de unos segundos de incertidumbre los soldados se lanzaron para atacarlo, dos fueron los primeros en acercársele pero unos rayos salidos de la mano del ser los fulminó. Otros dos fueron arrojados al mar por una ventisca que el encapuchado generó. Las lanzas y flechas que le arrojaban nada lograban ya que rebotaban contra la bola de energía que le cubría el cuerpo.

Al ver esta horrible situación los guardias que estaban custodiando el objeto en el camarote se apresuraron a ayudar a sus camaradas, pero todos sucumbían frente al extraño.

La espada de un guardia muerto llegó hasta los pies de Barrok, el cual no perdió el tiempo, la tomó, y cortó las cadenas que unía a los prisioneros y volvió a prestar atención a la escena intentando tomar una decisión respecto a cómo accionar.

Eran pocos los soldados que quedaban vivos. Dos nuevos murieron cuando unas bolas de fuego los alcanzaron y otros sucumbieron de formas similares. Los gritos de desesperación, terror y dolor se esparcieron por todo el barco.

La primera idea de Barrok fue acercarse para tomar parte de la batalla, pero vio que las armas mortales nada podían hacer contra el visitante, por otra parte no contaba con ayuda, sus compañeros estaban clavados en su lugar, impactados por la terrible situación. Fue entonces cuando se le ocurrió que el hombre venía por el objeto que trasladaba el barco. Se aventuró al camarote, tomó la caja y volvió a salir, en ese momento caía el último soldado.

-¡¡¡Oye!!! ¡¡¡¿Quieres esto?!!! –le gritó subido a una barandilla del borde y sosteniendo la caja por sobre el mar.

El ser levantó la mano dispuesto a fulminarlo con un rayo, pero fue en ese momento que Barrok arrojó la caja al mar lo más lejos que pudo.

-¡¡¡Ve por él, imbécil!!!

El visitante rugió de ira, comenzó a levitar, lanzó una gran llamarada al barco y después se arrojó al mar en busca del objeto deseado y se perdió en el agua. Lo último que Barrok y sus compañeros vieron fue como el barco estallaba en mil pedazos.