Capítulo 2
Dentro de la celda no hubo mucho tiempo para conversar. Tan solo alguna que
otra charla intrascendente y algunos comentarios al aire por parte de Tiberius
con el fin de provocar a Barrok, pero nunca tuvo éxito en su empresa.
Al día siguiente, antes de que el sol asomara por el este. Un grupo de soldados
ingresó y unió a los cinco prisioneros con grilletes en los pies con Barrok a
la cabeza. Sin dar mayores explicaciones los hicieron subir a un carruaje que
los conduciría hasta la ciudad de donde saldría el barco.
Ya en el lugar, a empujones y golpes con la mano los cinco prisioneros fueron
subidos a bordo y llevados hasta un camarote. En el lugar había sobre una mesa
pequeña una caja tapada con una sábana y un total de ochos soldados
custodiando.
-Aquí se quedan, ratas. Eso es lo que deben custodiar se quieren quedar
libres –escupió el soldado que los acompañaba.
-Y ¿nuestras armas? –preguntó Tiberius.
-Jaja, que gracioso –le golpeó con todas sus fuerzas en el estómago, el
hombre se dobló de dolor -.Ustedes defenderán esto con su cuerpo.
Barrok utilizó el tiempo para analizar la situación. Por las dimensiones
del barco y por el tiempo que se tardarían en llegar calculaba que abordo
debería haber unos treinta o treinta y cinco hombres, de los cuales ocho
estaban en el mismo sitio que ellos. Era obvio que el objeto a cuidar era de
sumo valor pero le sorprendió que la mayoría de los soldados, que había logrado
ver, fueran muy jóvenes. Imaginó también que estos hombres tenían órdenes de
ejecutarlos frente a cualquier actitud extraña, por ello optó por tomar asiento
en el suelo y esperar para ver cómo se daban los acontecimientos y poner en
marcha, de ser necesario, cualquiera de los planes que había ideado según la
situación, sus compañeros imitaron su acción.
* *
*
A la hora pactada, el barco salió a la mar. En el primer día de viaje las
horas trascurrieron con lentitud y tranquilidad. Los soldados se distraían jugando
cartas, pulseadas y bebiendo ron. Pero en ninguna de estas actividades podían
participar los prisioneros, las condiciones no eran las mejores, para ellos
solo había un plato de comida al día y un vaso con agua que debía durar hasta
la noche, momento en que volvían darles de beber, aunque después su estadía en
la prisión de Melgir esto no era un verdadero problema.
-Creo… que una manera adecuada de matar el tiempo –dijo el joven de cabeza
rapada siempre con los ojos cerrados –es hablar un poco, al menos podemos
comenzar diciendo nuestros nombres. Yo soy Nomed. ¿Tú? –preguntó al antiguo
general al ver que nadie se unía a la charla.
-Barrok.
-Tainina –exclamó a continuación la única mujer del grupo.
-Ah… yo…eh… eh soy… Celden –contó con evidentes dificultades mentales el
obeso prisionero.
El retardo de Celden llamó la atención de Barrok, que tipo de peligro podía
representar un ser así como para ser llevado a la peor prisión del continente.
-Solo faltas tú –invitó a participar Nomed.
-Ya he dicho mi nombre una vez no pienso volver a repetirlo –respondió con
mal humor Tiberius.
-Es cierto. Ya al menos conocemos nuestros nombres.
-Ah… ah podemos… decir porque… estábamos presos.
-¡Olvídalo bola de grasa! –ladró Tiberius.
-No creo que nadie desee hablar de eso –explicó casi con tono maternal
Tainina.
La conversación continuó con temas irrelevantes siendo Nomed, Celden y la
joven los más participes, mientras que Barrok y Tiberius fueron más retraídos a
la hora de participar.
Entrada la noche y siempre en compañía de los guardias, los prisioneros se
durmieron.
* * *
A la luz de un sol de atardecer el pueblo ardía en llamas, las murallas de
madera yacían destruidas, las casas derruidas y ciento de cadáveres, hombres,
mujeres y niños por igual, adornaban como una alfombra el suelo. En medio de
tan horrible escena se hallaba un hombre con la espada en mano y bañado en
sangre ajena. Ese hombre había cometido las peores masacres de la historia, ese
hombre había matado sin piedad, ese hombre era Barrok.
* *
*
El general se despertó sobresaltado, estaba empapado en un sudor frio y las
manos le temblaban. Desde hacía mucho tiempo horrible pesadillas lo
atormentaban, pesadillas que no eran más que recuerdos del pasado. Se limpió la
transpiración de la frente con el antebrazo y miró a su alrededor. Sus
compañeros aún dormían, mientras que unos soldados nuevos habían tomado la
guardia. Dos lo observaban por la forma en que el hombre se había despertado.
No intentó volver a dormir sabía que sería imposible, muchas veces ya le
había ocurrido lo mismo. Aún respiraba de forma acelerada cuando notó que el
barco se zarandeaba más de lo normal. Al principio era un leve vaivén, pero en
cuestión de segundos el movimiento era terrible.
-¡¿Qué rayos es eso?! –exclamó el hombre incorporándose de un salto, pero
sin ir mucho más allá ya que aún estaba encadenado a sus compañeros.
-D…debe ser una tormenta –respondió uno de los soldados temeroso de la
situación mientras intentaba mantener el equilibrio.
-Ninguna tormenta se arma tan rápido, niño.
-U… usted quédese quieto –el joven lo apuntó con la espada pero aún se veía
su miedo.
Barrok agudizó el oído e intentó saber que pasaba más allá de las paredes
del camarote. Los gritos típicos de hombres impartiendo órdenes pronto fueron
reemplazados por alaridos de horror. Barrok no aguardó más y haciendo gala de
su tamaño y toda su fuerza arrastró a sus compañeros, que ya estaban de pie,
hacía afuera. A la intemperie la lluvia y el viento arreciaban con fuerza, las
olas golpeaban sin piedad y los rayos surcaban incasablemente el oscuro cielo.
Era hacía el cielo donde todos miraban. Con rapidez una figura, desde lo
alto, se acercaba. Era una persona, o eso se imaginaban ya que vestía una larga
túnica oscura con capucha, a su alrededor brillaba con intensidad un bola de
energía que lo cubría y estaba conformada por rayos eléctricos.
El extraño visitante se posó sobre el barco. Luego de unos segundos de
incertidumbre los soldados se lanzaron para atacarlo, dos fueron los primeros
en acercársele pero unos rayos salidos de la mano del ser los fulminó. Otros
dos fueron arrojados al mar por una ventisca que el encapuchado generó. Las
lanzas y flechas que le arrojaban nada lograban ya que rebotaban contra la bola
de energía que le cubría el cuerpo.
Al ver esta horrible situación los guardias que estaban custodiando el
objeto en el camarote se apresuraron a ayudar a sus camaradas, pero todos
sucumbían frente al extraño.
La espada de un guardia muerto llegó hasta los pies de Barrok, el cual no
perdió el tiempo, la tomó, y cortó las cadenas que unía a los prisioneros y
volvió a prestar atención a la escena intentando tomar una decisión respecto a
cómo accionar.
Eran pocos los soldados que quedaban vivos. Dos nuevos murieron cuando unas
bolas de fuego los alcanzaron y otros sucumbieron de formas similares. Los
gritos de desesperación, terror y dolor se esparcieron por todo el barco.
La primera idea de Barrok fue acercarse para tomar parte de la batalla,
pero vio que las armas mortales nada podían hacer contra el visitante, por otra
parte no contaba con ayuda, sus compañeros estaban clavados en su lugar,
impactados por la terrible situación. Fue entonces cuando se le ocurrió que el
hombre venía por el objeto que trasladaba el barco. Se aventuró al camarote,
tomó la caja y volvió a salir, en ese momento caía el último soldado.
-¡¡¡Oye!!! ¡¡¡¿Quieres esto?!!! –le gritó subido a una barandilla del borde
y sosteniendo la caja por sobre el mar.
El ser levantó la mano dispuesto a fulminarlo con un rayo, pero fue en ese
momento que Barrok arrojó la caja al mar lo más lejos que pudo.
-¡¡¡Ve por él, imbécil!!!
El visitante rugió de ira, comenzó a levitar, lanzó una gran llamarada al
barco y después se arrojó al mar en busca del objeto deseado y se perdió en el
agua. Lo último que Barrok y sus compañeros vieron fue como el barco estallaba
en mil pedazos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario