Capítulo 4
Barrok miraba como el sol comenzaba a ocultarse, el segundo día desde que
llegaron al pueblo estaba muriendo al igual que Tainina. Ninguna medicina o
rezo había logrado sanarla, y con cada segundo que pasaba su estado empeoraba
más y más.
-He finalizado con mis oraciones de curación. Dudo que en esta ocasión sea
diferente a las otras veces. Ella cada vez está peor –se lamentó Somar
acercándose por detrás.
-Quiero respuestas, clérigo, es la única forma de encontrar una solución –exigió
el general sin mirarlo.
-Te diré todo cuanto quieras saber.
* * *
Alrededor de una mesa redonda de madera Somar se sentó junto a los cuatro
hombres expectantes de conocer el secreto del pueblo. Tainina por su parte
yacía acostada en una de las habitaciones inconsciente debido a la alta fiebre.
-Como les dije –comenzó el sacerdote –nuestro pueblo está sufriendo una
epidemia desconocida por todo Anilorar. Las personas mueren sin que nadie pueda
hacer nada por salvarlos. La enfermedad se mostró sumamente contagiosa,
aquellos que aún no nos enfermamos fue por gracia del Gran Ezus. Pero eso no es
todo. Por alguna razón que desconozco, aquellos que sucumben a la enfermedad,
no logran el descanso. Sus cuerpos son reanimados por una energía superior. Son
seres sin sentimiento ni comprensión, son monstruos… bueno ustedes ya lo
vieron.
-¿Todos los que murieron volvieron a la vida? –quiso saber Barrok.
-Todos. Es por ello que luego de mucho deliberar decidimos cremar los
cuerpos para evitar esta horrible situación. Con Gerar… me refiero a aquel que
enfrentaron, no quisimos incinerar su cuerpo debido a que era un miembro
respetable de nuestro pueblo. Creímos que atándolo y enterrándolo bien hondo
alcanzaría.
-Se equivocaron –agregó Tiberius.
-Sí, lo sé -se lamentó.
-Necesitamos encontrar la cura –exclamó el antiguo general - ¿Cuánto hace
que apareció esta enfermedad?
-¿Cuánto? Bueno creo que fue hace dos meses, no –se corrigió –ya son casi
tres meses.
-¿Algún acontecimiento en particular en ese tiempo?
-No que yo recuerde.
-Intente hacer un mayor esfuerzo –insistió Barrok.
El clérigo cerró los ojos para lograr la mayor concentración, tardó unos
segundos pero al fin volvió a hablar.
-Lo único que recuerdo es la visita de un hombre un tanto… extravagante.
-¿Por qué lo dice?
-Bueno se pasaba varias horas del día en la costa, venía muy poco al
pueblo, no se trataba con nadie, y así como apareció un día al otro
desapareció.
-¿Ya había personas enfermas cuando él estaba?
-No –exclamó Somar entendiendo la importancia de ese dato -.Las primeras
víctimas aparecieron días después.
-¿Puede describir a ese hombre?
-Bueno era una persona entrada en años, llevaba el cabello y la barba larga
blanca como la nieve. Pero a pesar de sus años tenía un cuerpo fornido.
-¿Habló usted con él?
-Poco, era antisocial. Ninguna de nuestras conversaciones fue relevante.
-Entiendo.
-Creo que ya tenemos algo –agregó Nomed -.Hay que decidir cómo seguir.
-Tengo una idea para ayudar a Tainina –concluyó Barrok.
-¿A quién le importa ella y toda este maldito pueblo? -interrumpió Tiberius
de forma brusca -¡Que se muera! Es mejor irnos antes de contagiarnos nosotros.
-Creo que eso ya es tarde para ti –respondió el general sin inmutarse y
señalándole unas postulas que se le visualizaban en el brazo -.También estas
enfermo.
Tiberius permaneció en silencio había sentido algunos síntomas aquel día
pero no esperaba haberse enfermado. Ahora correría la misma suerte que todas
las anteriores victimas a menos que ayudara a encontrar una solución.
-Sera mejor apresurarnos, es obvio que tenemos poco tiempo –dijo Nomed con
preocupación.
* *
*
Sin mucho para empezar a investigar los cuatro hombres decidieron visitar
la costa donde el extraño pasaba largas horas del día. Armados tan solo con
espadas que Somar les proveyó marcharon hacía el lugar. Al arribar se
encontraron con una barranca de varios metros de altura y en el fondo el mar
que chocaba con fuerza contras las paredes de roca.
-¿Y ahora qué? –preguntó Tiberius molesto, su estado de salud era a cada
segundo peor -.Aquí no hay nada.
-No creo que estemos errados –respondió Nomed -. Siento rastros de magia en
este lugar.
-¡¿Qué tontería es esa?!
-Cierra la boca, Tiberius –exclamó con autoridad Barrok -¿Realmente puedes
sentir la magia? –le preguntó al joven de los ojos cerrados.
-Solo si es muy fuerte, como en este lugar.
-Pero… aquí… no hay… nada –participó el obeso Celden.
-No, aquí no. Creo que tendremos que bajar –Barrok miró hacia abajo.
El general tomó una soga atada a su cintura y se la dio a Celden.
-Eres el único que puedes soportar nuestro peso, por nada del mundo sueltes
esta soga ¿entiendes? –el hombre asintió con la cabeza con lentitud.
-¡¿Confías nuestra vida a este retrasado?! –gritó Tiberius.
-¿Prefieres ser tú el que sostenga la soga? –el presidario no respondió
-.Entonces maten la boca cerrada. Vamos.
Ataron la punta de la soga a una roca mientras Celden sostenía otra parte.
Barrok se ató el otro extremo a la cintura, y comenzó a descender por la barranca.
Las piedras irregulares y el fuerte viento le dificultaban la tarea, no
obstante logró llegar casi hasta a la altura del mar, miró hacia un lado y a
otro y, divisó no muy lejos, una cueva. Avisó por medio de gritos a sus
compañeros de su hallazgo. Y luego se desplazó al lugar. Aguardó a que Tiberius
y Nomed descendieran. Una vez juntos prendieron antorchas decididos a revisar
la cueva.
* * *
A través de un largo pasillo los tres hombres caminaban, con el general a
la cabeza.
-Este lugar es interminable –Tiberius miraba a un lado y a otro.
-Sé que es lo que piensas, Barrok –exclamó Nomed por lo bajo.
-¿Puedes leer la mente, también? –no desvió la mirada del camino.
-No. Pero aunque pudiera tampoco me haría falta. Crees que el hombre que
nos atacó está involucrado en este hecho ¿no es así?
-Quien nos atacó domina la magia. La enfermedad y que los muertos vuelvan a
la vida es producto de magia también. Sería mucha coincidencia que sean hechos
separados –admitió Barrok -.La razón de porque hizo esto, no lo sé.
-Cuando lo solucionemos, buscaremos las causas del accionar de este hombre
–Nomed sonrió y Barrok comenzó a sentir cierta tranquilidad de tenerlo de su
lado.
Con pocas palabras de por medio los tres siguieron adelante por más de
media hora. En ocasiones Tiberius debía aferrarse a las húmedas rocas de la
pared para no caer, su fiebre iba en aumento y ya le costaba hasta ver con
claridad, sin embargo su orgullo le impedía ser ayudado por alguno de sus
compañeros. Transpiraba continuamente y tenía el cuerpo llenó de postulas
incluso en el rostro. Nomed estaba a punto de sugerir un descanso para que
Tiberius recuperara algo de fuerza, sin embargo no llegó a hacer el pedido
puesto que el camino por donde transitaban se abría en un espacio mucho más
amplio.
Los tres hombres observaron asombrados el lugar, les costaba creer que
fuera hecho naturalmente. Estaba vacío excepto por un pequeño altar construidos
en madera ubicado en el centro de la habitación. Mientras que estalactitas y
estalagmitas decoraban techos y pisos.
-¿Qué… que rayos es… todo esto? –Tiberius respiraba con dificultad -¿Dónde…
estamos?
-Si no me equivocó exactamente por debajo del centro del pueblo –Barrok no
quitaba los ojos del altar. Nomed asintió con la cabeza demostrando que había
llegado a la misma conclusión.
-¿Sientes magia? –preguntó el general al joven.
-Mucha. Sobre todo de ese altar.
-Entonces… destruyámoslo a ver que… sucede.
-Es lo más sensato que has dicho, Tiberius.
Barrok desenfundó la espada pero se detuvo pocos pasos antes de llegar.
Pequeños seres aparecieron detrás de las estalagmitas. Median un poco más medio
metro, con cuerpos delgados y deformes, orejas largas y puntiagudas, y rostros
de hienas. Estaban armados con palos, a excepción de uno que tenía un báculo
con joyas en la punta.
-Trasgos –exclamó Barrok con dientes apretados.
Los tres guerreros se vieron rodeados por más de una decena de enemigos.
Muy bueno!!!
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