Capítulo 3
Tosiendo y escupiendo agua Barrok se dejó caer sobre la arena de la playa a
la que había logrado llegar nadando luego de que saltara del barco en llamas.
Se quitó algunos de sus largos cabellos dorados de la cara y miró hacia un
lado y a otro. Divisó en distintos lugares a sus compañeros de cautiverio inconscientes.
Tomó fuerzas de donde ya no había y los alejó de la costa, comenzando por
Tainina. Se aseguró de que todos siguieran con vida y luego prendió una fogata
para secarse y tolerar un poco mejor el frío típico de la cercanía al mar.
La joven fue la primera en despertar. Analizó toda la situación hasta que deposito
su atención en Barrok que la observaba no muy lejos.
-¿Qué sucedió? –preguntó al fin con voz fina.
-Creo que tendrás que ser más específica, niña.
-Me refiero a… todo ¿Quién nos atacó? Y ¿por qué?
-No lo sé. El motivo fue lo que transportaba el barco, sea lo que sea.
La mujer se tomó la cabeza confundida. Aún estaba empapada y la ropa se le
pegaba al cuerpo reluciendo su escultural figura, Barrok no pudo evitar mirarla
con admiración y sentirse atraído.
-Creo –dijo desviando la mirada –que será mejor ir al poblado más cercano.
-¿Dónde estamos?
-No estoy seguro, pero creo que es la isla de Lakar.
-Aquí debíamos venir, aquí íbamos a ser libres –exclamó con dolor y
melancolía.
-No creo que lo fuéramos a ser.
-¿De qué hablas?
-No estoy seguro de cuanto conocía el alcaide de la situación, pero de
seguro tenía planeado que todos muriéramos en el barco.
Tainina no respondió nada, se tomó el tiempo para analizar la situación y
parecía estar de acuerdo con el pensamiento de Barrok
*
* *
Cuando los cinco estuvieron en condiciones de continuar, decidieron ir al
poblado más cercano y desde allí decidir el curso de las acciones. Quedarse
cerca de la costa era peligroso, quizás un barco de la prisión ya hubiera sido
mandado para buscarlos.
Poco antes de llegar al pueblo vieron como el cielo se opacaba, el sol se
ocultaba detrás de nubes grises que se movían con violencia, mientras se oían
terribles truenos. Por otra parte la tierra del lugar era árida y arcillosa,
llena de rocas y prácticamente sin vegetación viva.
-Que horrible lugar –exclamó Nomed.
Barrok lo miró con curiosidad, se preguntaba cómo podía hacer aquel hombre
para ver teniendo los ojos siempre cerrados.
-Nada parece estar vivo aquí –agregó Tainina colocándose de cuclillas y
tocando la tierra.
-Es mejor que sigamos –sugirió el general.
Con cada paso que los acercaba al pueblo las condiciones climáticas
empeoraban al igual que el suelo.
-Algo no anda bien –dijo Tiberius mirando de un lado a otro.
-¿Recién ahora te das cuenta? –preguntó retóricamente el antiguo general.
-Si en verdad estamos en Lakar, es muy raro lo que estamos viendo. Tengo
entendido que este lugar se caracterizaba por su gran vegetación y por un suelo
apto para la cosecha de muchos alimentos. Algo muy diferente de lo que está a
nuestro alrededor.
Nadie llego a responder a lo comentado por Nomed ya que no muy a lo lejos vieron
cómo se levantaba un poblado.
Éste estaba tan muerto como la vegetación. Avanzando bastante tan solo se
cruzaron con unas pocas personas, las cuales no se las veía muy saludables ni
fuertes.
-Miren, allí hay mucha gente –Tainina señaló en una dirección.
No muy lejos se veía como un grupo de personas estaba amontonado. Los cinco
se acercaron y vieron que se trataba de un sepelio oficiado por un hombre
delgado vestido con túnicas blancas y un sombrero de punta.
-… y le rogamos al “Padre de Todo” Ezus, que te de el apropiado descanso, y
recuerda ahora tu perteneces al mundo de los muertos, ya no eres bienvenido
entre nosotros los vivos –terminado de decir esto el cadáver de un hombre fue
puesto en un pozo.
-Jamás había oído rezo tan extraño –susurró por lo bajo la mujer.
-Extraño como todo, desde que salimos de la prisión.
Una vez que el pozo fuera tapado las personas comenzaron a marcharse, todos
con una actitud de desánimo y miedo. Por ello el único que se acercó a los
visitantes fue el delgado hombre.
-Ustedes no son de aquí ¿verdad? –fue lo primero que dijo.
-No, somos extranjeros –respondió Barrok sin rodeos.
-Bienvenidos entonces al pueblo “El Posador” mi nombre es Somar, sacerdote del dios Ezus “Padre de
Todo”.
Ezus era la divinidad principal del continente de Anilorar.
-¿Cuáles son sus asuntos? –continuó el hombre.
-En realidad necesitamos saber dónde podemos tomar un barco que nos
devuelva al continente.
-Ah me temo que eso no será posible, al menos no en lo inmediato.
-¿Por qué?
-Porque los únicos barcos que llegan son aquellos que comercian con
nosotros, y vienen una vez al mes, el último partió hace una semana atrás.
-¡Rayos! Entonces dinos donde podemos encontrar una posada para descansar.
-Eso tampoco será posible, aquí no tenemos posadas. Pero con gusto puedo recibirlos
en mi templo. Pero por su seguridad es mejor que partan mañana.
-¿Por qué la urgencia? –preguntó Nomed.
-Me temo que el pueblo está sufriendo de una epidemia mortal.
-¿De qué enfermedad se trata?
-Una desconocida, ningún medicamento ni rezo es efectivo. Las personas
comienzan con fiebres y unas postulas que se esparcen por todo el cuerpo. Por
lo general después de cinco días de aparecidos los primeros síntomas la
persona… bueno muere. Por ello no es bueno quedarse mucho tiempo, para evitar
el contagio.
-¿Ese hombre que sepultaban murió a causa de esta enfermedad? –preguntó
Barrok sin inmutarse.
-Sí, una nueva víctima –se lamentó.
-¿A qué se refería cuando dijo que ya no era bienvenido al mundo de los vivos?
-Ah… eso… bueno…, no tiene importancia, es solo un rezo.
Ni uno solo de los prisioneros creyó en las palabras del sacerdote, pero
nadie insistió ya que lo único que deseaban era descansar y al día siguiente
partir.
* *
*
Los cincos acompañaron a Somar hasta su templo. Allí pudieron bañarse y
ponerse ropa limpia, que muy amablemente el sacerdote les regaló.
Barrok con la excusa de conocer el templo se alejó del grupo y examinó el
edificio, en busca de una espada o alguna otra arma, algo muy dentro de él le decía
que no era seguro permanecer mucho tiempo más desarmado.
El lugar era amplio y lujoso, construido con roca. En el salón principal
había un altar y un poco más atrás sobre la pared una escultura de oro de Ezus,
con las características típicas: una larga barba y una musculatura sobre humana,
en su mano derecha una lanza y en la otra un escudo. En el piso superior del
templo se hallaban las habitaciones. En media hora Barrok había visto todo,
pero ni el más mínimo rastro de lo que ansiaba encontrar, regresó con su grupo
molesto.
Después de una cena modesta, el sacerdote los invitó a que se retiraran a
descansar. Barrok se retrasó adrede y vio como el hombre trancaba todas las
entradas y ventanas, y montó guardia.
-¿Qué hace? –le preguntó el general.
-Ho… es que… bueno hay algunas ovejas descarriadas en el pueblo que
disfrutan hacerse de lo ajeno, es solo eso.
-Más cosas extrañas –exclamó Nomed, que también había visto el extraño
comportamiento, tomando distancia del sacerdote.
-Sí, lo mejor será marcharnos a primera hora.
Barrok sugirió a sus compañeros, en la privacidad, hacer guardias por
seguridad. Tainina acusó un fuerte cansancio por eso pidió ser la última en la
rotación.
-Ustedes descansen yo tomaré la primera guardia –propuso el general.
Se ubicó en la escalera desde donde podía ver casi todo el tempo, pero
donde él no era visto. Las horas pasaron con lentitud. Hasta que un leve ruido
interrumpió el silencio de la noche, el sonido se repitió una vez más y otra, y
otra. Era como si alguien arrastrara los pies por fuera del templo. Barrok miró
al sacerdote y se dio cuenta que dormía sentado en un banco. Aprovechó aquello
y con cuidado bajó las escaleras y miró por la ventana: nada, solo oscuridad de
la noche. Cuando estaba a punto de asomarse por otra ventana. Vio la horrible
imagen de un ser que se apoyó en la ventana y comenzó a golpearla con la mano
abierta.
-¡Por los dioses ¿qué es eso?! –exclamó el general retrocediendo unos
pasos.
Somar se despertó sobresaltado.
-¡¿Qué?! ¿Qué sucede?
-¡¡¡Eso!!! -gritó Barrok al ver al horrible ser romper el cristal e
intentando ingresar.
Barrok lo reconoció inmediatamente,
era el mismo hombre que fuera sepultado en la tarde, estaba sucio y comenzaba a
descomponerse.
-¡¡¡Atrás!!! Yo me encargó –con un mástil el sacerdote trataba de mantener
al muerto a distancia.
-¡¡¡Dame eso, imbécil!!! –exclamó furioso el hombre al ver el fracaso de
Somar.
Aprovechando que el ser había perdido el equilibrio al ingresar, Barrok lo
atravesó de lado a lado con el mástil. Respiró hondo para que una gran bocanada
de aire ingresara en sus pulmones y lograra aminorar sus nervios. Pero no tuvo
suficiente tiempo. Ya que el muerto volvió a levantarse, se quitó el mástil y
lo arrojó lejos.
-¡¡¡¿Qué demonios?!!!
Barrok se arrojó sobre su rival y a mano limpia comenzó a golpearlo con
furia, pero nada parecía afectarlo. Un nuevo golpe fue detenido por la mano del
ser, tomó al general del cuello y lo arrojó varios metros, golpeándolo contra
una pared.
En ese momento los demás prisioneros se hicieron presentes al escuchar el alboroto.
El asombro de los cuatro no fue menor al de Barrok.
-¡¡¡Mátenlo!!! –grito el general sacándolos de su letargo.
Nomed y Tainina reaccionaron primero, pero los resultados fueron similares
a los anteriores, ambos fueron azotados sin piedad, quedando la muchacha fuera
de combate inmediatamente. Tiberius usó toda su humanidad, empujó al ser hasta
desestabilizarlo. Barrok no perdió la oportunidad, tomó el mástil y golpeó sin
piedad al muerto. Por último le clavó el arma improvisada en el cuello y
haciendo presión le arrancó la cabeza. El enemigo ya no se movió más.
-¡¡¡Por Ezus!!! Esta vez el proceso fue más rápido –el sacerdote tomó
asiento blanco como un papel.
-¡¡¡¿Qué fue todo esto?!!! –gritó Tiberius, mientras Barrok hacia
reaccionar a Tainina.
-Bueno… yo –balbuceaba el sacerdote.
-¡Habla, desgraciado! –el hombre de la barba candado lo tomó del cuello.
-¡¡¡Suéltalo, Tiberius!!! –amenazó Barrok.
El sacerdote calló al suelo tosiendo cuando fue liberado.
-Necesitamos una explicación.
Yo… -Tainina volvió a desplomarse.
-¿Esta herida? –inquirió el general.
-El sacerdote se acercó arrastrándose hasta la mujer y la examinó.
-No –respondió al fin –.Esta enferma –les mostró a todos las postulas que
habían aparecido en el abdomen de la mujer.
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