Capítulo 8
Los cuatro ex presidarios se juntaron en la habitación de Barrok para compartir
la información recaudada. A ningún les sorprendió la similitud de los relatos y
que todos señalaran a Ilei como el principal responsable de los cambios de
comportamiento de las personas.
-Ningún hombre en el mundo tiene tal poder de convencimiento, no importa
quien sea. Por ello con Nomed creemos que de nuevo estamos en presencia de
magia –explicó el general.
-Es bueno saber que vamos por el camino correcto. Pero ¿qué vamos a hacer
con la situación que hay aquí? –inquirió Tainina -.Ustedes me dijeron que la última vez la
magia se había disipado destruyendo el foco, hagamos lo mismo.
-No puedes solo sacar las armas y asesinar a alguien –respondió Nomed -.Con
Barrok decidimos enfrentarlo y hacerle saber que ya sabemos la verdad y le
daremos la posibilidad que se marche.
-¡No puedo creer! ¡¿Esa es su solución?!
-No podemos hacer otra cosa, si nos revelamos tendríamos que pelear contra
todo el castillo –respondió el general.
-De acuerdo y ¿quién hará el supuesto pacto de paz? –preguntó con sarcasmo
la joven.
-Lo haré yo –respondió Barrok sin inmutar un musculo.
-Pero… ¿Por qué tú? –Tainina no hizo un intento de ocultar su preocupación.
-Porque fui yo el que insistió en venir aquí y porque si no regreso en
treinta minutos ustedes deben marcharse de aquí intentando que nadie los vea.
-Estás loco si crees que te dejaremos a merced de ese degenerado.
-No necesito que me lo prometas, niña. Nomed ya lo hizo por todos y creo en
su palabra.
El aludido sintió la mirada de la joven fulminándolo, pero aún así no se
arrepintió de su promesa. Con Barrok habían llegado a la conclusión de que, si
sucedía algún acontecimiento trágico, alguien debía continuar con la búsqueda
del mago que seguía causando estragos en la isla.
Barrok salió de la habitación sin volver la mirada hacia sus compañeros,
quizás si lo hubiera hecho habría visto unos ojos verdes de mujer humedecidos
por su partida.
* *
*
El general no demoró su paso, sabía muy bien cuál era la habitación del
eunuco. Al llegar se encontró con dos guardias custodiando en la puerta.
-¿Qué deseas? –preguntó uno con cierto desprecio.
-Hazte a un lado. Deseo hablar con Ilei.
-Dudo que quiera verte, vete.
-¡Hazte un lado o te juro que te arrancaré la cabeza!
-Acaso me amenazas.
-¿Qué es lo que sucede? –preguntó el eunuco saliendo de su habitación.
-E… este hombre insiste en hablar con usted pero… -explicó el guardia.
-Pero si es Barrok, es un huésped aquí. Desde luego que puede pasar.
A regañadientes y fulminándolo con la mirada el soldado se hizo a un lado,
pero el general ni siquiera lo miró e ingresó en la habitación.
Dentro Ilei tomó asiento cruzándose de piernas dejando tras ver adrede la
blanca piel del muslo.
-¿En qué puedo ayudarlo, señor Barrok?
-Yéndote de aquí y todo estará bien.
-Me temo que no llego a comprenderlo.
-Sé muy bien que usas magia para dominar a las personas y debe terminar.
Pero no me interesa derramar más sangre. Vete, no regreses y todo terminara
aquí.
-Entiendo. Pero ¿por qué debería hacerlo? Aquí todos me aman.
-No, aquí todos están controlados por ti. No volveré a ofrecerte esta
oportunidad.
-Entonces si yo no me voy ¿qué harás, Barrok? –sonrió con cinismo.
El general gruñó de impotencia frente a la amenaza del eunuco. Ya no había
marcha atrás, tal como se lo había imaginado el camino del dialogo había
terminado y no quedaba otra opción que pasar a la actitud hostil.
Sin pensarlo dos veces desenfundó su espada y con la velocidad de un rayo
se arrojó contra su rival. Cuando el golpe estuvo cerca de su destino una espada
se cruzó con la suya. El general levantó la vista y se encontró con el rostro
de Tiberius forcejeando con él. Saltó hacia atrás y volvió a mirar a su
oponente.
-Por favor Tiberius –pidió Ilei -.Tráeme la cabeza de Barrok.
-Sera un placer.
-Sabía que eras estúpido. Pero no pensé que tanto como para dejarte
controlar por este ser –exclamó el general.
-¿Controlar? Te equivocas. Mi deseó
de matarte viene desde mucho antes de conocer a Ilei.
-¡Imbécil! Sera como tú quieras.
Las espadas de los eternos rivales comenzaron a entrecruzarse una y otra
vez a una gran velocidad. En ocasiones forcejeaban descubriendo que tenían
similar fuerza. Aunque las habilidades no lo eran. Tiberius lanzó muchos
espadazos pero Barrok los detenía con facilidad o los esquivaba. Toda la
batalla transcurría frente a la mirada expectante de Ilei que parecía disfrutar
la escena.
En un nuevo forcejeó, el general vio su oportunidad tomó a su enemigo del
antebrazo y haciendo gala de toda su fuerza lo lanzó contra la pared haciéndolo
chocar y caer al suelo.
Mientras esta acción transcurría, Ilei sabiendo que Tiberius no vencería a
Barrok, fue ideando un plan. Se rasgó parte de su kimono y comenzó a los
gritos. Eso llevó a que los guardias se presentaran con sus espadas en la mano.
-¡Este hombre… este hombre! –trató de abusar de mi gritó el eunuco
fingiendo un ataqué histeria y llantos.
Los soldados miraban a Tiberius, que comenzaba a levantarse tomándose el
rostro, para saber si era cierto lo dicho.
-Sí –exclamó el hombre mientras la sangre brotaba de su nariz a chorros
-.Es verdad.
Los soldados amenazaron con sus espadas a Barrok que no tuvo más opción,
gruñido de por medio, que soltar su arma y levantar los brazos demostrando que
se rendía. Todo esto mientras a unos pocos metros Ilei sonreí triunfante.