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viernes, 25 de abril de 2014


Capítulo 8

 

Los cuatro ex presidarios se juntaron en la habitación de Barrok para compartir la información recaudada. A ningún les sorprendió la similitud de los relatos y que todos señalaran a Ilei como el principal responsable de los cambios de comportamiento de las personas.

-Ningún hombre en el mundo tiene tal poder de convencimiento, no importa quien sea. Por ello con Nomed creemos que de nuevo estamos en presencia de magia –explicó el general.

-Es bueno saber que vamos por el camino correcto. Pero ¿qué vamos a hacer con la situación que hay aquí? –inquirió Tainina  -.Ustedes me dijeron que la última vez la magia se había disipado destruyendo el foco, hagamos lo mismo.

-No puedes solo sacar las armas y asesinar a alguien –respondió Nomed -.Con Barrok decidimos enfrentarlo y hacerle saber que ya sabemos la verdad y le daremos la posibilidad que se marche.

-¡No puedo creer! ¡¿Esa es su solución?!

-No podemos hacer otra cosa, si nos revelamos tendríamos que pelear contra todo el castillo –respondió el general.

-De acuerdo y ¿quién hará el supuesto pacto de paz? –preguntó con sarcasmo la joven.

-Lo haré yo –respondió Barrok sin inmutar un musculo.

-Pero… ¿Por qué tú? –Tainina no hizo un intento de ocultar su preocupación.

-Porque fui yo el que insistió en venir aquí y porque si no regreso en treinta minutos ustedes deben marcharse de aquí intentando que nadie los vea.

-Estás loco si crees que te dejaremos a merced de ese degenerado.

-No necesito que me lo prometas, niña. Nomed ya lo hizo por todos y creo en su palabra.

El aludido sintió la mirada de la joven fulminándolo, pero aún así no se arrepintió de su promesa. Con Barrok habían llegado a la conclusión de que, si sucedía algún acontecimiento trágico, alguien debía continuar con la búsqueda del mago que seguía causando estragos en la isla.

Barrok salió de la habitación sin volver la mirada hacia sus compañeros, quizás si lo hubiera hecho habría visto unos ojos verdes de mujer humedecidos por su partida.

 

*  *  *

 

El general no demoró su paso, sabía muy bien cuál era la habitación del eunuco. Al llegar se encontró con dos guardias custodiando en la puerta.

-¿Qué deseas? –preguntó uno con cierto desprecio.

-Hazte a un lado. Deseo hablar con Ilei.

-Dudo que quiera verte, vete.

-¡Hazte un lado o te juro que te arrancaré la cabeza!

-Acaso me amenazas.

-¿Qué es lo que sucede? –preguntó el eunuco saliendo de su habitación.

-E… este hombre insiste en hablar con usted pero… -explicó el guardia.

-Pero si es Barrok, es un huésped aquí. Desde luego que puede pasar.

A regañadientes y fulminándolo con la mirada el soldado se hizo a un lado, pero el general ni siquiera lo miró e ingresó en la habitación.

Dentro Ilei tomó asiento cruzándose de piernas dejando tras ver adrede la blanca piel del muslo.

-¿En qué puedo ayudarlo, señor Barrok?

-Yéndote de aquí y todo estará bien.

-Me temo que no llego a comprenderlo.

-Sé muy bien que usas magia para dominar a las personas y debe terminar. Pero no me interesa derramar más sangre. Vete, no regreses y todo terminara aquí.

-Entiendo. Pero ¿por qué debería hacerlo? Aquí todos me aman.

-No, aquí todos están controlados por ti. No volveré a ofrecerte esta oportunidad.

-Entonces si yo no me voy ¿qué harás, Barrok? –sonrió con cinismo.

El general gruñó de impotencia frente a la amenaza del eunuco. Ya no había marcha atrás, tal como se lo había imaginado el camino del dialogo había terminado y no quedaba otra opción que pasar a la actitud hostil.

Sin pensarlo dos veces desenfundó su espada y con la velocidad de un rayo se arrojó contra su rival. Cuando el golpe estuvo cerca de su destino una espada se cruzó con la suya. El general levantó la vista y se encontró con el rostro de Tiberius forcejeando con él. Saltó hacia atrás y volvió a mirar a su oponente.

-Por favor Tiberius –pidió Ilei -.Tráeme la cabeza de Barrok.

-Sera un placer.

-Sabía que eras estúpido. Pero no pensé que tanto como para dejarte controlar por este ser –exclamó el general.

 -¿Controlar? Te equivocas. Mi deseó de matarte viene desde mucho antes de conocer a Ilei.

-¡Imbécil! Sera como tú quieras.

Las espadas de los eternos rivales comenzaron a entrecruzarse una y otra vez a una gran velocidad. En ocasiones forcejeaban descubriendo que tenían similar fuerza. Aunque las habilidades no lo eran. Tiberius lanzó muchos espadazos pero Barrok los detenía con facilidad o los esquivaba. Toda la batalla transcurría frente a la mirada expectante de Ilei que parecía disfrutar la escena. 

En un nuevo forcejeó, el general vio su oportunidad tomó a su enemigo del antebrazo y haciendo gala de toda su fuerza lo lanzó contra la pared haciéndolo chocar y caer al suelo.

Mientras esta acción transcurría, Ilei sabiendo que Tiberius no vencería a Barrok, fue ideando un plan. Se rasgó parte de su kimono y comenzó a los gritos. Eso llevó a que los guardias se presentaran con sus espadas en la mano.

-¡Este hombre… este hombre! –trató de abusar de mi gritó el eunuco fingiendo un ataqué histeria y llantos.

Los soldados miraban a Tiberius, que comenzaba a levantarse tomándose el rostro, para saber si era cierto lo dicho.

-Sí –exclamó el hombre mientras la sangre brotaba de su nariz a chorros -.Es verdad.

Los soldados amenazaron con sus espadas a Barrok que no tuvo más opción, gruñido de por medio, que soltar su arma y levantar los brazos demostrando que se rendía. Todo esto mientras a unos pocos metros Ilei sonreí triunfante.

 

jueves, 17 de abril de 2014


Capítulo 7

 

-Es un eunuco, de eso no hay duda. Oí a algunos soldados referirse a él de esa forma –Nomed explicaba la información que había recogido acerca de Ilei.

-Ya decía yo que había algo raro –agregó Tainina.

-Por lo general, esta clase de gente logran llegar a ser muy influentes sobre las decisiones de las personas, ésta no parece ser la excepción. No solo el supuesto rey parece tenerle afecto, sino también muchos guardias.

-Tenemos que descubrir si es él quien está detrás de la descabellada idea de que Afia se convierta en un reino independiente –fue Barrok esta vez quien habló.

-¿A quién le importa eso? –exclamó la mujer de cabello rojo -.Lo importante es detener toda la degeneración que existe en este lugar.

-Presiento que una cosa resolverá lo otro. Pero de momento debemos saber si es Ilei el responsable de todo o es solo un ser particular. Sugiero hacer averiguaciones por fuera de este castillo donde encontremos visiones más imparciales –sugirió Nomed.

-Entonces así lo haremos.

-Ustedes vayan a la ciudad si quieren, pero yo creo que podré sacar cierta información aquí mismo –dijo Tainina a los hombres.

-Yo… me quedo… también –pidió siempre con dificultad Celden.

-De acuerdo, ustedes quédense, Nomed y yo iremos al pueblo.

-Y ¿Tiberius?

-Su comportamiento no ha sido el mejor desde que llegamos, esta… conforme con la situación de este lugar. Por ello creo que lo mejor será que en este caso quede al margen de nuestras acciones –respondió Nomed.

-Sí, eso será lo mejor –sentenció el general.

Sin demorarse en más charlas los cuatro presidarios se dividieron en grupos de dos y se predispusieron para avanzar en el plan.

 

*  *  *

 

Tainina y Celden transitaban por una de las galerías del castillo a paso lento, tenían los ojos depositados en una edificación que se alzaba a unos pocos metros de distancia, allí era donde descansaban la servidumbre.

Al arribar golpearon y una vez permitido el ingreso, preguntaron por la persona que buscaban. Le indicaron una habitación y hacia allí se dirigieron. Al entrar encontraron una niña recostada sobre un viejo y rotoso colchón sobre el suelo. La pequeña, que apenas alcanzaba los nueve años, vestía harapos similares a la de todos los sirvientes. Cuando la chiquilla vio a los visitantes se puso de pie de un salto y realizó una reverencia.

-¿Pudo ayudarlos en algo? –dijo.

-Sin duda que puedes –sonrió Tainina.

La niña los observó extrañados.

*  *  *

 

Sobre de dos caballos Barrok y Nomed arribaron al centro de la ciudad. El lugar esta abarrotado de gente que se trasladaba de un lado a otro cargando objetos y alimentos, mientras que en las tiendas callejeras se encargaban de venderlas.

-Y ¿ahora? –preguntó el general.

-Deberíamos consultar a alguien con respecto al eunuco.

-Sí, pero ¿a quién?

-Esa es una buena pregunta.

Los dos hombres miraban hacia un lado y otro. Ninguna persona parecía sobresalir sobre la otra, todas ocupadas en sus propios asuntos y problemas. En un momento Barrok codeó a su compañero y luego le señaló a un comerciante con un ligero movimiento de la cabeza. Se trataba de un hombre ya anciano con una larga barba blanca y con un cuerpo escuálido.

-¿Por qué él? –preguntó Nomed cuando se estaban acercando.

-Porque es un hombre mayor, debe llevar muchos años aquí, supongo que sabrá algunas cosas.

-Sí, es lo mejor que tenemos.

Cuando los dos compañeros estuvieron frente al vendedor, éste los miró con cierto temor, pero intentando guardar la compostura comenzó a ofrecer sus productos.

-No es eso lo que buscamos –exclamó Barrok con su rostro inmutable.

-¿Ah… no? ¿Entonces… en que puedo ayudarlos?

-Necesitamos saber algunas cosas sobre Monded, más específicamente sobre su consejero, el eunuco Ilei.

-Shhhhhhh –los hizo callar y luego miró a un lado y a otro -.Ese nombre no debe ser mencionado en voz alta.

-¿Por qué no?

-Las personas… bueno se ponen nerviosos en su presencia, incluso si escuchan solo su nombre.

-Lamentamos su incomodidad, pero en verdad necesitamos saber sobre él –intervino Nomed.

-Yo… no puedo… estoy ocupado.

-¡Escúchame anciano… -comenzó Barrok pero su compañero lo detuvo.

-Déjame intentar a mí, esta vez –pidió.

Rebuscó en el bolsillo de su pantalón, y sacó unas pocas monedas y se las ofreció al comerciante.

-De acuerdo, de acuerdo –dijo luego de unos segundos de pensarlo y con el dinero en la mano -.Pero no hablen en voz fuerte ¿Qué desean saber?

Los dos hombres sonrieron satisfechos.

 

*  *  *

-¿Así que Barrok no está bien de la cabeza? -preguntó el rey Monded acariciándose el mentón.

-En efecto, mi señor –Tiberius permanecía arrodillado -.Él cree que es el líder del grupo porque nosotros así se lo hacemos creer. Pero el verdadero líder soy yo –intentaba simular su sonrisa.

-Ya veo.

-Por supuesto le pediría que no mencione esta conversación con él. Pero sepa que es a mí a quien tiene que recurrir para cualquier cosa que necesite.

-Desde luego, desde luego. Bien supongo que no me cuesta nada seguirle la corriente a Barrok ¿verdad? –preguntó a Ilei a su lado.

-Por supuesto, mi señor –le apoyó su mano delicada en el hombro y el monarca se estremeció -.Bien –se corrigió la garganta -.Si no tienes nada más puedes retírate, Tiberius.

-Nada más, mi señor.

El hombre prestaba más atención al eunuco al lado del rey. No sabía porque pero aquel ser que debía causarle asco le hacía nacer sentimientos completamente opuestos, lo apasionaba, lo seducía, y por más que lo intentara no podía dejar de mirarlo. Tuvo que hacer un esfuerzo enorme para ponerse en pie y retirarse de la sala. 

A paso lento ingresó en un enorme baño ubicado en la planta baja del castillo, donde se hallaba un estanque natural con agua caliente y rocas de montaña. Se quitó la ropa y se sumergió en el agua. Pudo sentir como la calidez le iba aflojando los músculos y lo relajaba. Rio a carcajadas al recordar que no podía apartar los ojos del eunuco, ahora a la lejanía le pareció ridículo. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando oyó un ruido a sus espaldas giró y vio a Ilei tapado solo con una toalla.

-¿Le molesta si le acompañó? –preguntó con delicadeza y sensualidad.

Tiberius no esbozó una respuesta, solo atinó a asentir con suavidad con la cabeza en forma negativa, y luego solo se dedicó a contemplar como el eunuco ingresaba al agua y se despojaba de la toalla.

 

*  *  *

 

Barrok y Nomed a veloz galope volvían al castillo. Entre lo que habían oído y las conclusiones a las que habían arribado sabían que el resto de sus compañeros estaban en peligro.

“El eunuco tienen la capacidad de hacer que los demás obedezcan su voluntad sin importar cuál sea ésta, no me explico como lo hace pero tiene un gran poder. Nuestro señor Monded era un buen y justo hombre, leal al reino de Anaviv. Pero desde que Ilei está a su lado le ha confundido la mente al punto tal que se ha revelado contra el reino. Si quieren mi consejo les recomiendo que no se acerquen a ese ser” –le había dicho el comerciante del pueblo.

-¡Hay magia en todo esto también, Barrok! –exclamó Nomed, el general asintió compartiendo los pensamientos del joven.

 

*  *  *

 

Tainina junto Celden salieron de la habitación de la niña. Todo lo que habían oído los había perturbado. Le pequeña señalaba a Ilei como el responsable de los cambios de actitud del Monded. Peor aún había sido el eunuco quien impulsara las orgias en público y la libertad para que cada quien hiciese lo que deseara con los demás.

-¿Q… qué vamos a… hacer? –pregunto el obeso presidario.

-Aguardaremos a que Barrok regrese y entonces actuaremos.

 

*  *  *

 

Tiberius veía como los rosados labios de Ilei se movían con delicadeza y lentitud, sabía que estaba hablando pero le era imposible entenderlo, escucharlo o poner su mente en orden. La única idea que le rondaba en la mente era de tenerlo, ya sea sometiéndolo o por voluntad del eunuco, nada más le importaba.

-¿Le aburre mi platica? –preguntó el consejero.

-P… para nada –respondió el presidario.

-¡Qué bueno! –sonrió con dulzura.

El monologo continuó, mientras el ex presidario intentaba mantener su mente claro, pero le resultaba imposible, su libido estaba ahora controlando todo su ser. Intentó resistirse hasta donde pudo, pero finalmente flaqueó y cayó ante los encantos del eunuco. Se le acercó, lo hizo voltearse, lo tomó de la cintura con sus enormes manos y lo sometió. Pero lejos de lo que imaginaba, Ilei no se resistía. Todo lo contrario, consentía lo que sucedía. Tiberius pensaba que tenía el control, pero no era así, cada segundo que pasaba perdía más y más la autonomía sobre sí mismo.   

viernes, 11 de abril de 2014


Capítulo 6

 

Después de medio día de caminata y atravesar un pequeño bosque, los cinco presidarios se encontraron de frente con un enorme castillo rodeado por una alta muralla y guardias custodiando las puertas de acceso y en los corredores del muro.

-¿Qué es esto? –preguntó Tainina.

-No tengo idea, pero lo averiguaré –respondió el general.

Barrok se adelantó unos pasos hasta que uno de los guardias lo detuvo anteponiéndole una mano al frente.

-Hasta aquí ¿Quiénes son ustedes y que asuntos los traen al reino de Afia? –inquirió el centinela.

-¿Reino? Pensé que solo se trataba de una ciudad.

-Eso es lo que creen los ignorantes. Pero Afia junto con su soberano Monded pronto será independiente del continente de Anilorar y se volverá un reino único.

-Increíble –no esbozó la más mínima expresión -.Dile a tu rey que deseamos verlos.

-¿Quién te crees como para considerarte digno de la atención de mi rey?

-Somos mercenarios, de seguro a su majestad le interesará nuestros servicios.

-Dudo –los miró de arriba abajo –que le interese. ¿Por qué no mejor se marchan por donde vinieron?

-¿Por qué no mejor vas a hacer lo que te dije antes de que te arranque la cabeza?

El soldado retrocedió unos pasos frente a semejante intimidación.

-A… aguarden aquí –solicitó y atravesó las murallas camino al castillo.

-Mi amigo, no discuto los resultados pero hay algo que se llama diplomacia ¿La conoces? –bromeó por lo bajo Nomed.

-Sí, pero jamás me interesó –Barrok esbozó por primera vez una leve sonrisa.

La espera no fue larga, el mismo soldado volvió y les permitió a los presidarios ingresar asegurándoles que el “presunto” rey estaba dispuesto a recibirlos.

-¿Cuál es exactamente el plan? –consultó Tainina.

-Si este sujeto asegura que es un rey debe tener mucho oro para ofrecer, nos haremos pasar por mercenarios para obtenerlo y seguiremos el viaje –explicó Barrok por lo bajo -.Necesitamos un medio de sustentación.

-Pero es obvio que esta persona no está en sus cabales.

-Mientras que tenga oro no me importa que sea un lunático.

Los cinco, acompañados por dos centinelas, fueron escoltados dentro del castillo hasta la sala real. El espectáculo que allí encontraron, nadie se lo esperaba.

La habitación era la viva imagen de una terrible orgía. Hombres y mujeres por igual fornicaban en distintos espacios del lugar. Vieron también hombres yendo con hombres y mujeres con mujeres. Cada tanto se oían gritos que provenían de jovencitas u jovencitos que eran tomados a la fuerza por varias personas para violarlos. Sobre el extremo opuesto por donde los cinco presidarios ingresaron se hallaba un obeso hombre de unos cincuenta años, sentado en un trono de oro, de rodillas frente a él se hallaba una niña acariciándolo.

-¡Esto… esto es un asco! –exclamó Tainina sin poder guardar las composturas.

-No veo lo malo, al contrario por fin llegamos a un lugar divertido –sonrió Tiberius.

Barrok y Nomed pensaban igual que la joven de cabello rojo, no obstante no abrieron la boca pero miraron de reojo a Tiberius preocupados por su comportamiento.

A paso lento se acercaron hasta el supuesto rey, que al verlos empujó a la niña para que se fuera.

-Saludos extranjeros –exclamó -.Mi nombre es Monded. Preséntense ustedes.

-Mi nombre es Barrok –hizo una gran reverencia lo que pareció agradar al monarca -.Este es mi grupo de mercenarios. Oímos de su majestad y decidimos presentarnos para ofrecer nuestros servicios.

-Entiendo.

Mientras Monded se acariciaba pensativo el mentón, vieron como una persona se acercaba y se colocaba detrás del rey y apoyaba su mano en el hombro de él. No estaban seguros si se trataba de un hombre o una mujer, ya que vestía ropas de seda femeninas, llevaba el cabello rubio largo y arreglado como el de una mujer. Sin embargo su rostro, aunque de finas facciones, era masculino.

-¡Ho perdón! –dijo el monarca -.Es Ilei, mi consejero privado.

El ser les sonrió con dulzura y excepto Tainina, todos sin saber porque sintieron un cálido sentimiento de bienestar y encontraron agradable al extraño.

-Estos guerreros vienen  a ofrecer sus servicios –explicó Monded.

-¡Qué bien, mi señor! –simulaba una voz fina -.Es como se lo dije cada vez más y más soldados oirán su nombre y vendrán a solicitarle estar bajo su protección.

-¿Entonces debería permitirles quedarse?

-Absolutamente.

-Muy bien ya oyeron, sean bienvenidos a mi castillo. Pueden –movió su mano mostrando la sala –unirse a la diversión.

-Gracias –Barrok seguía hablando por el grupo -. Pero preferimos comenzar a trabajar ahora.

-Mañana tendremos tiempo para ello, si lo desean pueden llevarlos a sus habitaciones.

-Eso sería muy amable.

El rey llamó a un sirviente que guio al grupo, las puertas de la sala se cerró tras ellos no sin antes ver como Ilei le susurraba al oído del rey.

 

*  *  *

 

Una vez solos, y antes de que Barrok ingresara a su habitación, Tainina lo tomó del brazo y lo hizo girar hacia ella.

-Hasta ahora no he discutido ninguna de tus ideas porque han sido acertadas. Pero no trabajaré para un ser tan repugnante ¿Has visto lo que obligaba a hacer a esa pequeña niña?

-Lo he visto, Tainina –nuevamente el general no demostraba ninguna emoción.

-¿Entonces?

-Ya te lo expliqué, necesitamos dinero para continuar nuestro viaje, solo simularemos aceptar el trabajo tomaremos el dinero y nos iremos.

-De acuerdo -las palabras parecieron calmar a la joven -.Espero que así sea. Porque tengo una buena imagen de ti, no querría tener que modificarla.

-Descansa, niña –cerró la puerta de la habitación sin importar las palabras de su compañera.

 

*  *  *

 

La noche estaba cayendo sobre el castillo. Los sonidos típicos de que la fiesta no había terminada se seguían oyendo. Barrok permanecía en su habitación, había utilizado el tiempo para analizar los últimos acontecimientos. Sus pensamientos se interrumpieron cuando alguien llamó a su puerta.

-Adelante –permitió poniéndose en pie.

La pequeña niña que viera en la tarde ingreso y cabizbaja quedó a unos pasos del general.

-Permiso, mi señor.

-¿Qué deseas? –preguntó con brusquedad.

-Me enviaron para complacerlo, mi señor.

-¿De qué estás hablando?

-De que estoy aquí para hacer… lo que usted desee –seguía con la cabeza baja.

-¿Quién te envió?

-¿Qué desea que haga? –obvió tontamente la pregunta.

-¡Que me contestes es lo que quiero! ¡Dime! –la tomó de los hombros.

-Mi señor… no… puedo –comenzó a llorar.

Al notar Barrok la brusquedad con la que estaba tratando, la soltó y se alejó unos pasos.

-Vete –le dijo.

-Mi señor ¿no hay nada que pueda hacer…?

-¡Ya te lo dije, vete! –la interrumpió.

La niña giró sobre sus talones y se marchó dejando la puerta abierta. Barrok se acercó para cerrarla y vio en los pasillos a Ilei, pero lejos de sorprenderse sonrió al general y movió levemente la cabeza como un saludo. Barrok soltó un gruñido de desprecio y cerró la puerta. 

 

*  *  *

 

Todos los presidarios a excepción de Tiberius hablaban en los pasillos que comunicaban a las habitaciones.

-Así que a ti también –exclamó Barrok a Nomed al enterarse que también había recibido la visita.

-Sí, este lugar comienza a ser un tanto incómodo.

-¡¿Incómodo?!Es indignante! –levantó la voz Tainina -.Tenemos que hacer algo.

-No es de nuestra incumbencia –respondió el general.

-¿Ah no? Y lo que pasó en el último pueblo ¿si era de nuestra incumbencia?

-¿Preferías que te hubiéramos dejado morir? –respondió Barrok sin inmutarse.

-¿Cómo puedes ser tan frio? ¿Acaso no tienes sentimientos?

-No me preocupo por las tonterías y ésta es una.

Nomed colocó una mano en el hombro de su compañero para calmarlo y marcarle su exabrupto. Tainina está al borde de la ira pero su respuesta fue interrumpida por un ruido a sus espaldas. La puerta de una habitación se abrió y vieron salir una niña pequeña que tapaba su desnudez con unas sábanas y detrás sonriendo cínicamente Tiberius. Tainina enfurecida se arrojó contra el hombre.

-¡Dime que no lo hiciste! –lo zamarreó furiosa.

-Claro que sí ¿Por qué rechazar tan generosa oferta? –respondió con cinismo.

-¡Eres un maldito!

-Tranquila, muñeca. Tú sigues siendo la número uno para mí –quiso acariciarle el rostro pero ella lo escupió en la cara.

Barrok caminó unos pasos hasta el hombre de la barba candado.

-¿Qué? –exclamó Tiberius con una sonrisa burlona -.Puedes decirme que hacer, pero no puedes decirme con quien acostarme.

-Eres un ser despreciable Tiberius. Tarde o temprano los dioses te harán pagar tus pecados.

-¿Si? Y ¿qué hay de ti, Barrok?

-También yo, pero al menos me aseguraré de verte caer primero.

-Jeje, te deseó suerte.

El hombre giró sobre sus talones y se retiró. Barrok miró a Tainina.

-De acuerdo –exclamó el general.

-¿Qué?   

-Intervendremos.

Los presidarios se quedaron mirando intentando discernir qué pasos debían seguir.