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viernes, 11 de abril de 2014


Capítulo 6

 

Después de medio día de caminata y atravesar un pequeño bosque, los cinco presidarios se encontraron de frente con un enorme castillo rodeado por una alta muralla y guardias custodiando las puertas de acceso y en los corredores del muro.

-¿Qué es esto? –preguntó Tainina.

-No tengo idea, pero lo averiguaré –respondió el general.

Barrok se adelantó unos pasos hasta que uno de los guardias lo detuvo anteponiéndole una mano al frente.

-Hasta aquí ¿Quiénes son ustedes y que asuntos los traen al reino de Afia? –inquirió el centinela.

-¿Reino? Pensé que solo se trataba de una ciudad.

-Eso es lo que creen los ignorantes. Pero Afia junto con su soberano Monded pronto será independiente del continente de Anilorar y se volverá un reino único.

-Increíble –no esbozó la más mínima expresión -.Dile a tu rey que deseamos verlos.

-¿Quién te crees como para considerarte digno de la atención de mi rey?

-Somos mercenarios, de seguro a su majestad le interesará nuestros servicios.

-Dudo –los miró de arriba abajo –que le interese. ¿Por qué no mejor se marchan por donde vinieron?

-¿Por qué no mejor vas a hacer lo que te dije antes de que te arranque la cabeza?

El soldado retrocedió unos pasos frente a semejante intimidación.

-A… aguarden aquí –solicitó y atravesó las murallas camino al castillo.

-Mi amigo, no discuto los resultados pero hay algo que se llama diplomacia ¿La conoces? –bromeó por lo bajo Nomed.

-Sí, pero jamás me interesó –Barrok esbozó por primera vez una leve sonrisa.

La espera no fue larga, el mismo soldado volvió y les permitió a los presidarios ingresar asegurándoles que el “presunto” rey estaba dispuesto a recibirlos.

-¿Cuál es exactamente el plan? –consultó Tainina.

-Si este sujeto asegura que es un rey debe tener mucho oro para ofrecer, nos haremos pasar por mercenarios para obtenerlo y seguiremos el viaje –explicó Barrok por lo bajo -.Necesitamos un medio de sustentación.

-Pero es obvio que esta persona no está en sus cabales.

-Mientras que tenga oro no me importa que sea un lunático.

Los cinco, acompañados por dos centinelas, fueron escoltados dentro del castillo hasta la sala real. El espectáculo que allí encontraron, nadie se lo esperaba.

La habitación era la viva imagen de una terrible orgía. Hombres y mujeres por igual fornicaban en distintos espacios del lugar. Vieron también hombres yendo con hombres y mujeres con mujeres. Cada tanto se oían gritos que provenían de jovencitas u jovencitos que eran tomados a la fuerza por varias personas para violarlos. Sobre el extremo opuesto por donde los cinco presidarios ingresaron se hallaba un obeso hombre de unos cincuenta años, sentado en un trono de oro, de rodillas frente a él se hallaba una niña acariciándolo.

-¡Esto… esto es un asco! –exclamó Tainina sin poder guardar las composturas.

-No veo lo malo, al contrario por fin llegamos a un lugar divertido –sonrió Tiberius.

Barrok y Nomed pensaban igual que la joven de cabello rojo, no obstante no abrieron la boca pero miraron de reojo a Tiberius preocupados por su comportamiento.

A paso lento se acercaron hasta el supuesto rey, que al verlos empujó a la niña para que se fuera.

-Saludos extranjeros –exclamó -.Mi nombre es Monded. Preséntense ustedes.

-Mi nombre es Barrok –hizo una gran reverencia lo que pareció agradar al monarca -.Este es mi grupo de mercenarios. Oímos de su majestad y decidimos presentarnos para ofrecer nuestros servicios.

-Entiendo.

Mientras Monded se acariciaba pensativo el mentón, vieron como una persona se acercaba y se colocaba detrás del rey y apoyaba su mano en el hombro de él. No estaban seguros si se trataba de un hombre o una mujer, ya que vestía ropas de seda femeninas, llevaba el cabello rubio largo y arreglado como el de una mujer. Sin embargo su rostro, aunque de finas facciones, era masculino.

-¡Ho perdón! –dijo el monarca -.Es Ilei, mi consejero privado.

El ser les sonrió con dulzura y excepto Tainina, todos sin saber porque sintieron un cálido sentimiento de bienestar y encontraron agradable al extraño.

-Estos guerreros vienen  a ofrecer sus servicios –explicó Monded.

-¡Qué bien, mi señor! –simulaba una voz fina -.Es como se lo dije cada vez más y más soldados oirán su nombre y vendrán a solicitarle estar bajo su protección.

-¿Entonces debería permitirles quedarse?

-Absolutamente.

-Muy bien ya oyeron, sean bienvenidos a mi castillo. Pueden –movió su mano mostrando la sala –unirse a la diversión.

-Gracias –Barrok seguía hablando por el grupo -. Pero preferimos comenzar a trabajar ahora.

-Mañana tendremos tiempo para ello, si lo desean pueden llevarlos a sus habitaciones.

-Eso sería muy amable.

El rey llamó a un sirviente que guio al grupo, las puertas de la sala se cerró tras ellos no sin antes ver como Ilei le susurraba al oído del rey.

 

*  *  *

 

Una vez solos, y antes de que Barrok ingresara a su habitación, Tainina lo tomó del brazo y lo hizo girar hacia ella.

-Hasta ahora no he discutido ninguna de tus ideas porque han sido acertadas. Pero no trabajaré para un ser tan repugnante ¿Has visto lo que obligaba a hacer a esa pequeña niña?

-Lo he visto, Tainina –nuevamente el general no demostraba ninguna emoción.

-¿Entonces?

-Ya te lo expliqué, necesitamos dinero para continuar nuestro viaje, solo simularemos aceptar el trabajo tomaremos el dinero y nos iremos.

-De acuerdo -las palabras parecieron calmar a la joven -.Espero que así sea. Porque tengo una buena imagen de ti, no querría tener que modificarla.

-Descansa, niña –cerró la puerta de la habitación sin importar las palabras de su compañera.

 

*  *  *

 

La noche estaba cayendo sobre el castillo. Los sonidos típicos de que la fiesta no había terminada se seguían oyendo. Barrok permanecía en su habitación, había utilizado el tiempo para analizar los últimos acontecimientos. Sus pensamientos se interrumpieron cuando alguien llamó a su puerta.

-Adelante –permitió poniéndose en pie.

La pequeña niña que viera en la tarde ingreso y cabizbaja quedó a unos pasos del general.

-Permiso, mi señor.

-¿Qué deseas? –preguntó con brusquedad.

-Me enviaron para complacerlo, mi señor.

-¿De qué estás hablando?

-De que estoy aquí para hacer… lo que usted desee –seguía con la cabeza baja.

-¿Quién te envió?

-¿Qué desea que haga? –obvió tontamente la pregunta.

-¡Que me contestes es lo que quiero! ¡Dime! –la tomó de los hombros.

-Mi señor… no… puedo –comenzó a llorar.

Al notar Barrok la brusquedad con la que estaba tratando, la soltó y se alejó unos pasos.

-Vete –le dijo.

-Mi señor ¿no hay nada que pueda hacer…?

-¡Ya te lo dije, vete! –la interrumpió.

La niña giró sobre sus talones y se marchó dejando la puerta abierta. Barrok se acercó para cerrarla y vio en los pasillos a Ilei, pero lejos de sorprenderse sonrió al general y movió levemente la cabeza como un saludo. Barrok soltó un gruñido de desprecio y cerró la puerta. 

 

*  *  *

 

Todos los presidarios a excepción de Tiberius hablaban en los pasillos que comunicaban a las habitaciones.

-Así que a ti también –exclamó Barrok a Nomed al enterarse que también había recibido la visita.

-Sí, este lugar comienza a ser un tanto incómodo.

-¡¿Incómodo?!Es indignante! –levantó la voz Tainina -.Tenemos que hacer algo.

-No es de nuestra incumbencia –respondió el general.

-¿Ah no? Y lo que pasó en el último pueblo ¿si era de nuestra incumbencia?

-¿Preferías que te hubiéramos dejado morir? –respondió Barrok sin inmutarse.

-¿Cómo puedes ser tan frio? ¿Acaso no tienes sentimientos?

-No me preocupo por las tonterías y ésta es una.

Nomed colocó una mano en el hombro de su compañero para calmarlo y marcarle su exabrupto. Tainina está al borde de la ira pero su respuesta fue interrumpida por un ruido a sus espaldas. La puerta de una habitación se abrió y vieron salir una niña pequeña que tapaba su desnudez con unas sábanas y detrás sonriendo cínicamente Tiberius. Tainina enfurecida se arrojó contra el hombre.

-¡Dime que no lo hiciste! –lo zamarreó furiosa.

-Claro que sí ¿Por qué rechazar tan generosa oferta? –respondió con cinismo.

-¡Eres un maldito!

-Tranquila, muñeca. Tú sigues siendo la número uno para mí –quiso acariciarle el rostro pero ella lo escupió en la cara.

Barrok caminó unos pasos hasta el hombre de la barba candado.

-¿Qué? –exclamó Tiberius con una sonrisa burlona -.Puedes decirme que hacer, pero no puedes decirme con quien acostarme.

-Eres un ser despreciable Tiberius. Tarde o temprano los dioses te harán pagar tus pecados.

-¿Si? Y ¿qué hay de ti, Barrok?

-También yo, pero al menos me aseguraré de verte caer primero.

-Jeje, te deseó suerte.

El hombre giró sobre sus talones y se retiró. Barrok miró a Tainina.

-De acuerdo –exclamó el general.

-¿Qué?   

-Intervendremos.

Los presidarios se quedaron mirando intentando discernir qué pasos debían seguir.

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